jueves, 19 de noviembre de 2009

31 de octubre de 2009. 23:16 horas

 Sábado. A estas horas, un día como hoy, me gusta estar en un bar tomando unas cervecitas escuchando música. Y si se tercia, pues dando una paliza al futbolín a quien esté delante. No quiero ponerme melancólico, que llevo un día bastante bueno. Llevo ya dos vodkas con naranja. Si miro a mi derecha, en una balda, veo una botella de Jagermeister y otra de absenta. La de absenta, creo que no está abierta. La otra botella si lo está. Ya la dimos un toque hace tiempo. Me he venido a escribir un rato porque Pachuco me está rayando con el tema de que el mundo es una mierda y bla, bla, bla. Como yo bebo despacio, él me saca un cubata y pico. No se de qué será lo próximo que se tome, porque ya no nos queda nada de refresco.

Y a qué se debe tanta celebración. Pues a que ya nos hemos empapado el dichoso libro. Bueno, no del todo. Ese libro está enfocado a si vives en EEUU. Dicen que si vives en una casa de dos plantas, pues que rompas las escaleras y te quedes en el piso de arriba. Nos ha jodido. Eso también se me hubiese ocurrido a mí. Una pena que la mayoría de la gente no viva en chaletes de dos plantas. Hablaba también de conducción en tiempos de zombis. Donde te dicen cómo echar un coche de la carretera y cosas del estilo. Y le pregunto yo a este señor que ha escrito el libro. ¿Ha visto usted conducir a un zombi alguna vez? Porque ya sería la leche, que para cuatro pelagatos que quedamos, andemos a palos entre nosotros. Aún así, nos leímos el capítulo porque os pareció interesante. En teoría parece fácil echar a uno de la carretera, ahora, en la práctica, ya veremos. Espero no tener que hacer uso de esos conocimientos. No vayamos a ser nosotros los que acabemos en al cuneta.

No estoy a favor ni de la existencia, ni de la posesión de armas. Pero este caso es un caso de fuerza mayor, y creo que las necesitamos. Hemos estado pensando qué usar como arma. Casi al tiempo hemos respondido lo mismo. Hace unos años, Ana y yo, le regalamos a Pachuco un par de katanas. Las hemos ido a echar un ojo, y no se yo si esas katanas nos ayudarán en nuestra misión. No tienen filo. Lógico. Se supone que son para que hagan bonito, no para jugar a los samuráis. Hay un afilador de cuchillos en la cocina. Es lo único que podemos utilizar para poder afilarlas.

De la cocina hemos seleccionado un par de cuchillos. Aunque a mi me parece que es muy arriesgado utilizarlos. Hay que estar muy cerca para usarlos, y fallar puede ser fatal. Además, solo podemos pretender cortar la cabeza al zombi para inutilizar su cuerpo. Entendemos que la cabeza seguiría con vida, ya que no destruiríamos el cerebro. Aún así, los hemos apartado con las katanas. Hemos encontrado en la terraza una barra de acero de unos setenta centímetros de largo, y aunque es hueca, tiene un grosor de unos cinco milímetros. Pudiera servir para destrozar la cabeza a una persona.

¡Ah! Casi se me olvida. Cuando salió Pachuco a la terraza a por la barra de acero. El vecino de al lado, que estaba babeando en la terraza, fue hacia él. Las terrazas son individuales, así que al llegar al borde de su terraza y hacer fuerza para intentar cogerlo, se ha caído. Ahora tenemos dos zombis esperándonos. Este apenas se ha hecho nada. Arrastra una pierna, pero puede andar perfectamente. Si el otro no era un problema grave, éste si lo es. Nos estará esperando cuando salgamos.

Otra cosa. No os lo he contado todo. Esta celebración no es solo porque nos hayamos leído parte de un libro. He recibido un mensaje de A F. Alberto dice que está a salvo en el pueblo, y que podemos ir. Seguro que ha mandado el mensaje a toda su guía telefónica. Le he respondido que iremos para allá, pero que no se cuándo llegaremos. No tengo ni idea de si le habrá llegado el mensaje, ya que no he obtenido respuesta tuya. Pero bueno, suele haber poca cobertura por aquella zona en la que está.

El pueblo donde nos tenemos que dirigir se llama Hormiguera. Es un pueblo pequeño. No se si en sus mejores tiempos pudo haber tenido quinientos vecinos. Lo que está claro, es que estuve allí este verano, y poca gente se veía. Así que, en invierno, aún menos. Está a unos cuatro kilómetros de Mataporquera. Que a su vez, está a unos veinte de Reinosa. Vamos, que hay unos cien kilómetros desde Santander. Hormiguera se encuentra al sur de Cantabria. Es uno de sus últimos pueblos. Prácticamente, está en la frontera entre Cantabria y Palencia. Es una zona montañosa, aunque de fácil acceso en coche. En condiciones normales, en una hora me plantaría en la casa que tenían mis abuelos en Mataporquera. En estas condiciones, a saber. En principio, hay gasolina para llegar sin problemas. Ahora bien, yo solo se me el camino siguiendo la autopista. No tengo ningún mapa de carreteras de la zona y Pachuco no tiene impresora para poder imprimir uno.

Aún nos queda mucho por hacer. Aparte de armas, necesitamos protección cuerpo a cuerpo. Protección que no se de dónde vamos a sacar.

En fin, no me apetece pensar mas ahora. Voy a terminar mi vodka y a servirme otro. ¡Buah!, acaba de poner música. Voy para allá.