jueves, 13 de mayo de 2010

Diario de Amira, 21 de octubre de 2009. 15:10 horas

Tengo mucho miedo. No se nada de mis padres, ni mi hermana, ni del resto de mi familia, ni de mis amigas. Estoy en la embajada, con Albaricoque encerrado en la cesta que compré el otro día. También está asustado. No está acostumbrado a ver tanta gente.

Nadie de la embajada puede salir. Tampoco nadie de fuera puede entrar. Aquí estamos unas veinte personas. Ocho de ellos son militares. Están fuertemente armados y vigilando el exterior de la embajada. El embajador no ha salido hoy de su despacho. Según me dicen el caos se ha adueñado de la ciudad. La situación es muy grave.

Todo empezó ayer.

Me dirigía a buscar a los dos empresarios, -que la verdad, no se a qué empresa representaban-, a su hotel. El chofer no pudo acercarse al hotel. Un policía nos dijo que no se podía pasar. El hotel estaba acordonado. Había policías y ambulancias yendo y viniendo constantemente. Un autentico caos había en la zona. Lo raro no era que solo pasara en ese lugar, de camino a la embajada, multitud de ambulancias pasaban en todas direcciones. Le pregunté a mi chofer si sabía qué pasaba. Lo único que me dijo fue que a su hermana la noche anterior no se encontraba bien, y tuvieron que llevarla al hospital y allí la dejaron ingresada.

Llegué a la embajada y me puse a trabajar. Lo de siempre. Una nota de protocolo, pasaportes; nada del otro mundo. Mientras estaba tomándome un café de la máquina, me fijé en el exterior. De repente, un hombre atacó a otro. Éste cayó al suelo; y entre la persona que lo agarró, y otra que llegó, empezaron a morderle. Parecía que se lo estuvieran comiendo.

Uno de los militares salió en su ayuda. Al llegar, a socorrer a la persona, se le echaron encima las otras dos. Estaban manchados de sangre. El militar, un chico que no superaba en mucho a la veintena, cayó hacia atrás. Después de unos segundos de alaridos, dejó de gritar. Me fijé en cómo su compañero cerraba la verja de la embajada mientras llamaba a su mando. Al rato, el embajador salió de su despacho para decirnos que la embajada cerraba sus puertas, y que nadie podía entrar ni salir. Trípoli estaba siendo atacada. Aunque no nos dijo por quién ni por qué.

Inmediatamente intenté contactar con mis padres. No conseguí hablar con ellos, tampoco con mi hermana. Las comunicaciones estaban saturadas y no había forma de que funcionasen los teléfonos móviles. Tampoco pude hacerlo desde el teléfono fijo.

Diario de Amira, 19 de octubre de 2009. 23:20 horas

Hoy apenas he tenido trabajo, y me he dedicado a hablar con Public, el chaval que conocí que es de Santander. También, vaya nombre más raro que tiene. Me ha dicho que allí ya están preparando vacunaciones masivas para la gente. Aquí en Trípoli, empezaron hoy a poner las vacunas. Mis padres y mi hermana, tienen hora para mañana martes.

Los empresarios españoles no han podido ir a la reunión que tenían con una de las empresas. Al parecer, según he oído en la embajada, no se encontraban bien, y se han quedado en la habitación del hotel. Según dicen, han tenido una reacción alérgica a la vacuna. Eso, o han comido algo que les ha sentado mal. De todas formas, me han dicho que pase el miércoles a recogerlos. Tengo que acompañarlos a una fábrica de pasta para hacerles de traductora.

El jueves voy a pasar unos días al desierto, a un complejo hotelero. Ha estado mi madre alguna vez y me lo ha recomendado. Me he pedido el jueves de la semana que viene libre. Llevaré el miércoles a Albaricoque a casa de mis padres para que no esté solo todo el fin de semana.