jueves, 10 de junio de 2010

Diario de Amira, 26 de octubre de 2009. 22:00 horas

Milagrosamente, aún seguimos con vida. Las comunicaciones con el exterior no existen. Estamos sitiados. Hace un calor sofocante y no podemos abrir las ventanas. El olor que entra del exterior es nauseabundo. Huele a podredumbre y muerte mezclado con el olor fuerte a tierra quemada.

El incendio no nos alcanzó. Derribó un edificio, que a su vez, calló sobre otro, y se creó un cortafuegos, pero parte de la cuidad ha sido consumida por las llamas. Hoy no hemos oído ningún ruido del exterior. Creemos que cada vez quedamos menos gente viva, y los que quedamos, no nos atrevemos a salir de nuestros refugios.

Estos días hemos aguantado gracias a que los militares han traído comida de una tienda de alimentos que se encuentra a uno de los lados de a la embajada. Han saltado desde una ventana y con rapidez han traído toda la comida que han podido. Repitieron la operación tres veces. Ahora tenemos abastecimiento para unos días. Pero tenemos claro que así solo vamos a prolongar nuestro sufrimiento.

Tengo que compartir mi comida con Albaricoque, ya que se han negado a darle su parte de comida. Me da pena por él. No sabe que su vida ya no volverá a ser la de antes.

Se ha hablado de la opción de ir al aeropuerto a esperar al avión de rescate. Otros opinan que lo mejor es quedarse aquí, y aguantar a que la situación mejore. Personalmente creo que la cosa no va a mejorar. Aunque ya no hay tantos en la puerta, si vemos que cada vez hay más por los alrededores. Esta tarde he subido a la azotea y he podido comprobar que cientos de resucitados vagan por los alrededores de la embajada. Le he tirado una piedra a uno y en el lugar donde ha caído se han reunido un grupo de seis o siete. Está claro que el ruido los atrae, así que, se ha prohibido dispararles con armas de fuego.

Llevo días sin cambiarme de ropa. Lo estoy pasando realmente mal.