viernes, 18 de diciembre de 2009

13 de noviembre de 2009. 23:41 horas

Como era de esperar, después de haber dormido tanto, ahora no tengo sueño. Pero bueno, no importa, contaré el plan que tenemos para mañana, eso me ayudará a comprenderlo mejor y ver si hay algún fallo.

Bien. No saldremos por la parte delantera. Hemos dado el coche con el que llegamos como perdido. La puerta metálica y la valla de ladrillo aguantarán a Bucle y compañía durante toda la vida. Seguro. Sin embargo, la casa, por la parte de atrás tiene una de esas vallas metálicas, de unos dos metros de altura. Pero que no deja de ser un trozo de tela metálica en vertical sujeta de unos palitos.

Esta gente no estaba falta de nada. Pues lo aprovecharemos. Expropiación de bienes. Nos llevamos su coche. Un Nissan Murano. Cuando compré el mío, vi fotos de este corriendo por un pequeño río y todo. Así que, seguro que puede atravesar la valla, y salir campo a través hasta llegar a la carretera. Y si no está diseñado para ello, ahora mismo, en mi cabeza, lo está. La verdad, que un Renault Clío, también hubiera estado diseñado para andar por el monte ahora mismo.

Ya tenemos todo listo, hemos rellenado nuestras mochilas con las latas que no interesaban llevar y hemos dejado otras que teníamos repetidas. De paso, como tenemos coche grande, nos llevamos dos bolsas de deporte con ropa. Jeje, papaíto era de mi talla. Ah!, y me llevo su mini ordenador portátil. Un Sony nosequé. Me ha hecho gracia, porque tiene un teclado que me ha recordado al Spectrum 16K, jajaja. Lo que, también, me recuerda, que yo ahora debería estar en la Party de Astillero (aunque se haga en Santander, seguirá siendo la de Astillero). En fin. Otra ilusión perdida. Superaré mi decepción con mi nuevo coche.

Hemos encontrado un mapa de carreteras en la guantera del coche, y nos hemos guiado por él para saber qué camino seguir y volver a coger la autopista. Tendremos que seguir adelante y atravesar un par de núcleos urbanos antes de incorporarnos a la autopista. Esperemos no encontrarnos a nadie por el camino. A nadie vivo, me refiero.

La verdad, es que hacemos unos planes patéticos. Son planes a diez minutos vista. Pero bueno, he llegado más lejos de lo que cualquiera de mis profesores jamás creyó.

Me voy a leer un rato, a ver si me entra algo de sueño.

13 de noviembre de 2009. 19:20 horas

Anoche encontré el botiquín de esta gente. Llevaba días sin apenas dormir. He encontrado algo llamado Dormidina 25. Jamás había tomado nada parecido, pero no podía con mi alma; y con el ruido que hay fuera, me es imposible descansar. Me tomé dos pastillas. He dormido toda la noche de ayer y todo el día de hoy hasta hace un rato. Me ha dicho Pachuco que ha intentado despertarme esta mañana al ver que no me levantaba, pero no lo consiguió. No me acuerdo de nada, y eso que soy de sueño ligero.

Al menos, me encuentro mejor después de una ducha y comer algo. Con la cabeza mas despejada, he visto el estropicio que hice ayer. Aunque ya es de noche, las farolas están encendidas y dejan ver la carretera en la que está esta casa que ocupamos.

Bueno, voy a bajar a hablar con este para concretar cómo vamos a salir de aquí. Aún tengo un poco la cabeza en otro sitio.

jueves, 17 de diciembre de 2009

12 de noviembre de 2009. 13:31 horas

La he cagado bien cagada. Esta noche no he podido dormir nada por culpa de Bucle. Ese ruido constante cada pocos segundos no ha dejado que pudiese conciliar el sueño. En un arrebato de ira, salí a la calle, cogí una piedra y la tiré lejos, a través de la valla, a ver si se marchaba tras ellas como un perro. Como no me ha hecho ni caso. Fue entonces cuando me he puesto a gritarle que se marchara, y a tirar más piedras. He despertado a Pachuco, que ha bajado gritando que me callase la boca. Al final empecé a gritar también a Pachuco con que hace dos días que no duermo. Pachuco no es de los que gritan, pero es de los que te mandan a tomar por el culo. Pues eso ha hecho. Mandarme a la mierda y volverse dentro. Fue cuando me callé la boca.

No nos dimos cuenta porque estaba gritando, pero al callarme, oímos a Bucle dar golpes a la puerta y decirnos, en su idioma, que quería hincarnos el diente. La puerta de la verja es metálica y el ruido ha atraído a cuatro zombis mas, que se han unido a él, aunque solo uno se le ha unido para golpear la puerta. Los otros tres dan vueltas por la zona. Parece que saben que hay comida cerca.

Nuestro plan de coger el coche y seguir por la carretera se ha ido al traste. Ya no sirve. Podríamos con uno, pero no con tantos. Tenemos que pensar cómo salir de allí. Preferiblemente en un medio de locomoción seguro.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

11 de noviembre de 2009. 16:06 horas

Cómo pasa el tiempo. La verdad, que si no es con la pachorra que tenemos, no sabríamos cómo aguantar tanto en un sitio sin poder salir. Lo bueno de la gente que tiene dinero, es que poseen cantidad de cosas con las que entretenerse. No sabía que hubiese gente que se gastase tanto dinero en juegos de la Play 3. La mayoría no valen nada, pero como tienen muchos, nos hemos entretenido probándolos todos. Además, esta familia tenía una cantidad ingente de películas en DVD, eso si, leer no les debía gustar mucho.

Tenemos pensado salir en un par de días. No sabemos porqué, no funciona el gas y no podemos cocinar algunas de las cosas de las que disponemos. Solo podemos usar el microondas.

Por supuesto, hemos intentado ver la tele, pero no hemos cogido nada. Solo se ve la carta de ajuste. Es evidente que Internet funciona, pero no he podido comunicarme con nadie. Ninguno de los dos hemos podido.

Sabed que hemos hecho un amigo. Lo hemos llamado Bucle. Bucle es un señor de unos sesenta y tantos. Tiene el pelo canoso y no se peina desde hace unos días, al parecer. Viste pantalón verde de pana y usa zapatos. Lleva cazadora, y nos lo hemos imaginado con camisa de leñador de franela debajo. No tiene mentón, le falta medio brazo derecho y anda de medio lado.

Estábamos sentados en una de las habitaciones de arriba, hace dos días rebuscando algo que nos pudiera servir cuando lo vimos aparecer. Vino del pueblo que pasamos al llegar aquí. Tropezó con el coche. Se dio media vuelta, subió unos diez metros o así, giró, volvió a bajar y tropezó con el coche. Se dio media vuelta, subió unos diez metros o así, giró, volvió a bajar y tropezó con el coche. Se dio media vuelta, subió unos diez metros o así, giró, volvió a bajar y tropezó con el coche. De ahí su nombre. Lleva así desde que llegó. Incansable. Cuando se golpea con el coche da un gruñido. Lo que hace que se nos hiele la sangre, ya que, al no haber ningún ruido en la calle, se oye mucho más de lo que nos gustaría.

viernes, 4 de diciembre de 2009

7 de noviembre de 2009. 11:12 horas

He tenido que dejarlo ayer porque me empezaban a temblar las manos y no podía seguir. Además, no he contado cómo hemos llegado hasta aquí.

Sobre las nueve o así dejamos la casa de los padres de Pachuco. Cada uno cargado con una mochila. Yo, con la katana pequeña y el palo de la escoba, y Pach con la grande y la barra de acero. Antes de salir, nos acercamos por la ventana a ver si veíamos al vecino de al lado, pero no lo vimos. Tampoco se movían los matorrales donde creíamos que estaba la que se lanzó por la ventana. Entonces aproveché para abrir el coche. Fue cuando nos dimos cuenta de que la que estaba detrás de los arbustos, no solo seguía ahí, si no que ahora, se arrastraba acercándose a mi coche. Nos quedamos embobados viendo cómo llegaba a la parte delantera del coche y empezaba a arañarlo.

Al minuto de estar allí, viendo cómo me rallaba el coche, nos dimos la vuelta y salimos. Aún se oía el ruido de la niña golpeando la puerta. Estos nuevos humanos son incansables. Bajamos el primer tramo de escaleras con sigilo y nos asomamos, ya que, desde el descansillo de las primeras ocho escaleras se puede ver la puerta del portal. Nada. No se veía a nadie. Bajamos lo sigilosos que pudimos. Nos acercamos al cristal, miramos a la derecha y a la izquierda, y no vimos nada. Entonces, abrimos la puerta y salimos fuera. Desde el portal, hasta el coche, hay unos quince metros mas o menos. Avanzamos poco a poco. Sin quitarle ojo al que estaba con el coche. Entonces fue cuando noté que algo me agarró desde atrás. Del susto casi me caigo al suelo. Por instinto me agaché. Lo siguiente que recuerdo es un ruido como cuando abres un coco con un martillo.

Será el puro instinto o no se el qué. Pero a mi me dio por agacharme, a Pachuco por girarse y golpear a lo que estuviera allí. Con lo tranquilo que es. Un solo golpe sirvió para destrozar el cráneo de su vecino. Calló al suelo como un saco de patatas justo detrás de mí. Toda la mochila y parte de mi pelo quedó manchado de restos de sangre y cerebro. Tardé un momento en volverme a levantar. Cuando lo hice, aún estaba Pachuco con los brazos en alto como dispuesto a golpear de nuevo. Lo que debieron ser segundos, me pareció una eternidad.

El nuevo ruido alertó al que estaba en el coche y empezó a arrastrarse hacia nosotros. No podía moverse muy deprisa, pero no paraba de avanzar mientras lo mirábamos con cara de tontos. Como quien ve algo que no acaba de creer que existe. Gracias al gruñido que soltó salimos de nuestro trance. Le dije a Pachuco que nos echásemos un par de metros atrás, y cuando le hiciese una señal, él fuese por su derecha y yo por su izquierda. A la velocidad que se movía no tenía ninguna oportunidad de cogernos. Así lo hicimos. Cuando di la señal, salimos corriendo. No me quedé a ver la cara del zombie. Lo esquivé por su izquierda a unos dos metros de distancia. Nos dio tiempo a abrir el maletero y meter las mochilas antes de entrar en el coche y salir de allí.

Esa zona es tranquila y apenas se ve gente un día de diario, y hoy, no iba a ser una excepción. No había ni un alma. Salimos de la urbanización, bajamos hacia el Zoco, cogimos la rotonda y nos incorporamos a la autopista sin ningún problema. Ya estábamos en la A67 camino de nuestro destino. No había coches en la carretera. Eso era bueno. Pasamos a unos 130 km/h por donde están construyendo la nueva carretera que unirá esta autopista con al S20 a la altura del parque tecnológico que están terminando. Ya estábamos cerca de Bezana. Ésta parte de la autopista, la que queda a la altura de esta nueva carretera, está cuesta arriba en el sentido al que nosotros íbamos, y llega a un punto, donde se convierte en bajada. Desde éste se puede ver ya el pueblo de Bezana y la incorporación de la S20 con la A67. Pasando Bezana está Mompía y su hospital. No caí en que lo mismo que había pasado en Valdecilla, podía haber pasado también en otros hospitales. Ya desde nuestra posición se veía una caravana de coches. Frené. No se podía pasar. Imposible. Además, mirando detenidamente, se podían distinguir figuras moviéndose entre los coches. Y no eran pocas. A medida que más te fijabas, más veías. Teníamos un problema.

Las autopistas tienen dos sentidos de circulación claramente diferenciados. De hecho, no tienen ni porqué estar en la misma calzada. Con lo cual, no puedo coger el coche y salirme por el carril del sentido contrario. Desde donde estábamos solo podíamos seguir de frente, o volver atrás. Seguir era un suicidio. Y retroceder no podíamos. Después de discutir qué hacer, optamos por coger la carretera que pasa a la izquierda de la autopista, la que hay que coger para entrar a Bezana. Pero tampoco podíamos coger la salida natural de la autopista y seguir el camino alternativo que nos proponíamos coger. Un camión que transportaba coches al concesionario de BMW que se encuentra al final de esta salida, había volcado con toda su carga y la carretera estaba bloqueada. Necesitábamos un coche de los que había en el carril contrario, para volver atrás, y meternos por donde habitualmente se incorporaban los coches a la autopista. Ya, desde allí, podríamos continuar nuestro camino de nuevo por la autopista una vez pasado el hospital.

La cosa era bajar hasta donde se encontrase el primer coche que estuviese en el otro sentido, bajarnos de mi coche, coger las cosas, montarnos en el otro, y marchar de allí. Fácil.

Que felices somos, no se cómo seguimos aún con vida. Para hacer el menor ruido posible. Apagué el motor y dejé que bajase en punto muerto, frenando con el freno de mano para que no bajar demasiado rápido; y en caso de extrema necesidad, tendría que pisar el freno. Pero eso solo podía hacerlo una vez, ya que si el motor no está en marcha, el freno se pone muy duro y deja de funcionar. Dicho y hecho, esa fue la parte sencilla. A medida que nos acercábamos veíamos con más claridad la gente que se movía entre los coches. Algunos caminaban erráticos, otros de ellos estaban quietos mirando a la nada.

Según lo que vimos cuando nos bajamos debió de ser una autentica matanza. Había sangre por todas partes. Creo que no quedaba ni un solo cristal de coche limpio. Vimos zombis encerrados en los coches. Trozos de personas por el suelo. Los había sin piernas, o les faltaba parte de un brazo. Alguno tenía la cara totalmente desfigurada. Vimos a uno comiendo a un pobre infeliz en mitad de la carretera. Y todo eso mientras bajábamos. No articulábamos palabra. Bajamos todo lo despacio que pudimos, así que tuvimos tiempo de ver todo eso y más, pero no me apetece recordar aquellos momentos. Paré el coche a unos cincuenta metros del primer coche que vimos. Desde nuestra posición no se veían los coches que nos interesaban. Hay unos arbustos y unos bloques de hormigón que dividen los sentidos de la circulación. Teníamos que saltarlos, y una vez allí, buscar un coche con las llaves puestas.

Sin salir del coche y como pudimos, accedimos al maletero desde dentro, echando hacia adelante los asientos traseros. Cogimos las dos mochilas y nos las pusimos. Abrimos las puertas despacio, sin hacer ruido. Hasta donde sabemos, los zombis oyen bastante bien. Lo que no sabemos nada, es de su sentido de la vista. Según el libro pueden distinguir un humano de un zombi por su forma de andar. Con lo cual, como dos gilipollas, íbamos a salir y andar lo más despacio que podíamos hasta salir de su ángulo visual. En caso de no funcionar, siempre podríamos volver a meternos en el coche y dar marcha atrás.

Así lo hicimos, llegamos a la mediana sin problemas. Yo, medio metro de distancia, y Pachuco un poco mas porque tenía que salir por la puerta del copiloto. Pasamos al carril del sentido contrario. En ese momento, no creímos que ningunos de esos seres nos hubiera visto. El coche más cercano quedaba a unos doscientos metros. Era verde y estaba parado como si se hubiese detenido a ayudar a alguien. Estaba en el arcén. Detrás se veía alguno más aparcado de forma similar. Con sigilo, y agachados como si fuésemos militares en una incursión, nos acercamos al primer coche. Era un Ford de color gris. Miramos a ver si había alguien dentro, y fue cuando casi se nos sale el corazón del pecho. Un perro asomó de la parte de atrás y empezó a ladrarnos. Del susto reculamos unos metros atrás. Gracias al maldito chucho, empezamos a notar moverse las ramas que estaban detrás de nosotros. Nos habían detectado. Ya no tenía sentido moverse despacio. Corrí al siguiente coche. Miré dentro. No había nadie, me subí e intenté arrancarlo. Pero no tenía la llave puesta. Miré a mi derecha, pero estaba solo en el coche. Vi a Pachuco por el espejo retrovisor avisarme de que el coche de atrás tenía las llaves puestas. Al llegar, ya estaba Pach sentado en su sitio. Me quité la mochila, se la di, y arranqué. El coche se me caló dos veces antes de poder salir de allí justo en el momento en que golpearon la ventanilla del copiloto. Había más zombis en ese lado y no los habíamos visto. Aceleré todo lo que pude, y una vez que comprobamos que estábamos alejados de ellos paré y regulé el asiento. Lo que hizo que Pachuco me llamase maniático. Bueno, puede que lo sea un poco, pero no iba a conducir a disgusto pudiendo hacerlo bien.

Cogimos la “salida” y dejamos a la derecha las naves de no se qué empresa. Justo antes de la rotonda que hay para entrar a Bezana saltó la lucecita de la gasolina. El coche acababa de entrar en reserva. No podríamos llegar con él. Menos mal que pasando la rotonda, frente a mi anteúltimo trabajo, hay una gasolinera. Entramos como pudimos y empecé a llenar el depósito mientras Pachuco vigilaba que no se acercara nadie. Por un momento estuve tentado de entrar y coger algo de comer. Pero preferí no hacerlo. Demasiados sobresaltos. (Una vez eché gasoil a mi coche gasolina, no al Note, si no a un Clío que tenía antes. Menos mal que el coche que cogimos era diesel, porque intenté echarle gasolina. La costumbre ya sabéis. Menos mal que el agujero de los diesel es más pequeño para evitar estos problemas).

Cuando estaba a punto de terminar, vimos salir a tres personas del bar que hace esquina, justo en la rotonda. Venían directos hacia nosotros. Dejé la manguera en el suelo, cerré el depósito y nos volvimos a meter en el coche. Salimos disparados, y al incorporarnos a la carretera, uno de ellos, que salió de no se dónde se puso delante de nosotros. No pude frenar y lo atropellé. Casi chocamos contra la pared de la izquierda. La dirección del coche debió quedar tocada, porque a raíz de ese golpe el coche se va a la izquierda. Todo un peligro.

En ese momento no me importó. Se lo dije a Pach y me dijo que si se podía conducir que siguiéramos hasta donde se pudiese. Así lo hice. Seguimos avanzando y llegamos a la altura de Mercamueble. Pasando la tienda esta estaba la rotonda desde donde podíamos volver a incorporarnos a la autopista. La suerte no está de nuestra parte. Antes de llegar, vimos que esa zona estaba infestada de zombis, y llena de coches que bloqueaban el acceso a la autopista, tanto en un sentido como en el otro. Solo pudimos girar a la izquierda, eso si, volvimos a golpear a otro, esta vez con la parte derecha. Nos habíamos quedado sin focos. Seguimos hacia delante, esta vez sin saber dónde ir. Para mi todo lo que veía era nuevo. Soy un tío de ciudad, y meterme por los pueblos no es algo que me haga muy felíz.

Según me contó Pachuco estaba todo lleno de coches y zombis. Al parecer, algo similar a lo que pasó en Valdecilla debió de pasar también en el hospital de Mompía. No pudimos coger la autopista desde ahí. No podía seguir conduciendo. Necesitábamos pensar qué hacer. Así que seguimos avanzando. Había; hay, casas a ambos lados de la carretera. Hemos pasado un pequeño núcleo urbano. Y al ver esta casa, y verla con muralla me paré en seco frente a su puerta. Le dije a Pachuco que no podía conducir más. Necesitaba descansar y que este me pareció un buen lugar.

Salimos del coche y entramos en la finca. Cerramos la puerta con el pestillo metálico que tenía. A unos quince metros estaba la casa. Avanzamos un par de metro y fue cuando vimos a mama que se acercaba con paso lento pero incansable hacia nosotros. Nos quitamos la mochila mientras ella levantaba los brazos. Un reguero de sangre la había estado saliendo de su boca, porque estaba toda manchada de algo negruzco desde la barbilla hasta casi el ombligo.

Desenvainé la katana. Pachuco cogió con fuerza su barra de acero. Se movía con torpeza y tropezó con un trozo de madera que debían poner para mantener la puerta abierta mientras entraban con el coche. Aprovechamos el momento, uno por un lado y otro por el otro empezamos a golpearla en al cabeza. Creo que la seguimos golpeando una vez que dejó de moverse.

Cuando estuvimos seguros que estaba muerta. Nos acercamos a la entrada de la casa. La puerta estaba cerrada. Desde allí no se podía entrar. Fue entonces cuando dimos la vuelta a la casa y vimos la puerta del jardín abierta. Fuimos comprobando habitación por habitación que no hubiera nadie mas en la casa. Estábamos solos.

Esta mañana hemos enterrado a mama. Para ser exactos, más que enterrarla, lo que hemos hecho ha sido echarla tierra encima. Empezaba a oler mal y no teníamos ganas de tocar esa cosa. Nos ha costado, pero con cuatro carretillas llenas de tierra de una parte de su jardín, la hemos enterrado. Sigo sin saber cómo se llamaba.

jueves, 3 de diciembre de 2009

6 de noviembre de 2009. 17:42 horas

No se dónde estamos exactamente. En algún pueblo pasando Bezana. No hemos podido seguir por la autopista. Nos hemos tenido que desviar y coger la carretera nacional, la 611 creo recordar. Lo que se suponía un viaje rápido, ya no lo va a ser. Al menos, de momento, las cosas no salen como lo habíamos planeado.

No he estrenado el cuaderno. En la casa en la que estamos hay internet y estoy utilizando el ordenador del hijo de quienes vivían aquí. Son, bueno, eran tres; papa, mama e hijo de unos diez años. No se cómo se llaman. Total, da igual. Lo único que sabemos de ellos es que mama debió de vacunarse. Ahora yace en el jardín con la cabeza destrozada.

Llevamos aquí dos días. La verdad que estamos muy asustados. Demasiado. Como ya dije antes, todo en el papel es más fácil y bonito. Hay que tener estómago y la cabeza muy fría para que esto no te afecte.  He conseguido entrar en este ordenador después de intentarlo mil vedes desde nuestra llegada. He debido de probar mil claves para entrar. La verdad, que de los nervios ni he mirado a ver si tenían una copia del sistema operativo para reinstalarlo de nuevo. No hay como pensar en otra cosa para que te vengan a la mente la solución de un problema, jajaja. El niño es un friki del fútbol. Un amante de un único jugador. Solo tenía que haber puesto el nombre del tipo ese, del cual está la pared empapelada, y podría haber escrito esto antes para sacármelo de la cabeza. Pachuco está abajo jugando a la play del chaval. También necesita desconectar tanto como yo. Apenas hemos hablado desde que cerramos la puerta de la verja y la puerta de la casa. Por suerte, esta casa está amurallada. Es lo que tienen los chaletes estos en mitad de la nada. Que te pueden venir a comer los lobos y tienes que cuidarte de que no te vean los vecinos. En fin. Peor para ellos, y suerte para nosotros en este momento. Aquí estamos en esta especie de castillo medieval del siglo XXI.

Tenemos comida y bebida de sobra. Tenían la despensa llena. No pensamos movernos de aquí hasta que no la terminemos. Después, ya veremos a ver qué hacemos. No tenemos prisa en volvernos a jugar la vida de nuevo.

La casa tienes dos plantas. Hay un garaje a la derecha, desde el que se puede acceder a través de una puerta del pasillo de la planta inferior. En la planta baja está el salón, cocina, despensa y un baño. Arriba hay tres habitaciones, una de ellas con baño, y otro baño común. En el garaje hay un Nissan Murano de color azul oscuro, es como el hermano mayor de mi coche. La casa está rodeada de un jardín en el que hay unos cuantos árboles. Me imagino que den fruta, pero no tengo ni idea de qué tipo de árboles son. Hay también una caseta de un perro, pero no hemos visto ningún perro por aquí. Debió de salir corriendo cuando mama quiso comérselo.

Al parecer, y según esta la casa, la madre no debía encontrarse muy bien, porque la cama de matrimonio no estaba hecha y hay pastillas junto a un vaso de agua en una de las mesitas. La pobre infeliz debió morir y revivir sola en esa cama. A saber la de vueltas que ha debido de dar por la casa, hasta descubrir que la puerta del salón que da al jardín de atrás estaba abierta. Creo que debió de oír al perro ,y éste, al verla ,salió corriendo a saber dónde.

No puedo seguir.

viernes, 27 de noviembre de 2009

4 de noviembre de 2009. 08:35 horas

Ya estoy preparado. Quizás debiera poner que estoy listo, porque preparado no estoy para lo que se nos avecina. Pachuco está afeitándose. No, no se está quitando la perilla. Está “cortándose” el pelo.

Hasta ahora, no había pensado detenidamente en ello, pero lo primero que tenemos que hacer es deshacernos de, al menos, una persona. Deshacernos es un eufemismo, en mi cabeza tengo claro que lo que tenemos que hacer es volverlo a matar. Pero, ¿cómo se mata a alguien? ¿Será rápido? ¿Estaremos ahí diez minutos dándole golpes? ¿Con uno será suficiente? ¿Se defenderá? En la teoría todo parece más sencillo. En las películas, Steven Seagal rompe brazos como el que rompe un trozo de pan, pero no me creo que yo que se a tan fácil eso. Por muchas artes marciales de esas sepas.

Creo que esta es mi última entrada en este blog, suponiendo que allí no haya un ordenador desde donde pueda conectarme. Siempre puedo seguir contando la experiencia de vivir en un mundo que se ha ido a la mierda, o eso creo. No sabemos cuánta gente ha sobrevivido. Creemos que poca, porque hace días que no echan nada en la tele. Solo funciona el apartado de “videoclub” de ONO. La radio no coge ninguna emisora.

El libro este de marras dice que necesitamos una radio de onda corta. Claro, yo preferiría tener un helicóptero y saber pilotarlo, pero no va a ser así. Ese libro dice unas cosas nada reales. A ver, de dónde vamos a sacar una recortada, o una motosierra. Vivo en una ciudad, no hay apenas árboles, además, si quiero madera, pues voy a una carpintería. Además, para qué quiero ir yo a una carpintería, si puedo comprarme el mueble en la tienda. No necesito una motosierra. Bueno, y lo de la recortada, o la escopeta, ni hablamos. Si quiero carne, no necesito una escopeta para ir a cazar ciervos al campo. Aun así, nos llevamos el libro, que nunca se sabe.

A parte del agua y la ropa de abrigo, llevamos las cuatro latas de conservas que nos han sobrado. También, nos hemos hecho unos bocadillos de queso. No había otra cosa. Pan duro y queso. Y cuando digo duro, es duro. No hay otra cosa. Hace días que dejó de ser comible, pero bueno, si se moja un poco, se podría comer. Algo de energía apartará en caso de necesitarla. Ya se que para una hora de viaje, todo esto no es necesario, pero prefiero ser previsor. No sabemos qué habrá ahí fuera.

Voy a mirar en Internet a ver qué pasa en el mundo.

Todo sigue igual. Al final se va el mundo a la mierda y jamás sabremos el resultado de la trama Gürtel. Por lo menos no habrá otra reforma laboral. Al menos, no una en la que salgamos perjudicados los de siempre. No tengo correo. Era previsible. He probado en el Messenger y están los de siempre, pero sin contestar. He entrado en el facebook de Pachuco. Jajaja. Que mamón, lleva días publicando videos del Youtube. Por supuesto, nadie le ha escrito ningún comentario a ninguno. He mirado en la página esta donde suelo entrar yo, y lo mismo, todo el mundo hace días que no entra. Le he mandado un sms a Alberto para decir que prepare dos platos, que llegamos a la hora de comer.

Me he agenciado un cuaderno y un par de bolígrafos. Quiero escribir como hasta ahora cómo nos irán las cosas. Bien, acaba de salir este del baño.

Adiós.

jueves, 26 de noviembre de 2009

3 de noviembre de 2009. 18:52 horas

Menuda resaca el domingo pasado. Estuvimos hasta las tantas bebiendo. Creo que terminamos con las existencias del mueble bar. Además, una vez acabado el refresco, el resto nos lo bebimos mezclado con agua o con hielo; y alguna vez, a pelo. A la mañana siguiente me tomé un par de aspirinas y debí bebermec omo un litro de agua en media hora. A Pachuco le pasó algo similar, pero él bebió más. Total, el domingo no hicimos nada.

El lunes desayunamos. Decidimos prepararnos para la marcha. Decidir qué y cómo llevar lo que necesitásemos. Al final nos llevaremos agua, comida, ropa, armas y linternas (Pachuco se ha empeñado en que las necesitamos).

Llenamos las botellas de refresco que nos terminamos el sábado. Eran tres botellas de dos litros. No es mucho, pero si se racionan pueden durarnos, no se, unos cuatro días, o cinco. Más que de sobra para un trayecto en coche de una hora.

Recuerdo los inviernos de Mataporquera como fríos. Fríos y grises. En Hormiguera, seguro que la cosa no mejora. Como estos días aquí ha hecho calor, pues a mi me ha pillado con dos camisetas y una sudadera. No tengo más ropa. Hemos mirado los armarios y he cogido un abrigo de Pach. Me queda grande, pero no tengo otra cosa. Por suerte, tiene varios gorros de lana, pero echo de menos mi parka, donde guardo guantes, gorro de lana y braga para el cuello.

Nos llevamos las katanas, la barra de acero y un chuchillo de cocina. Nos llevaremos también el palo de la escoba. Nos puede servir para apartar al que nos espera abajo. Hemos pensado que mientras uno lo mantiene a raya, otro puede atizarle con la barra de acero en las piernas para que se caiga al suelo, y una vez allí, convertir su cabeza en gelatina. Ya veremos a ver qué sale de ese plan. Muy rápido y muy fácil nos ha parecido cuando lo hemos planeado. También hemos afilado las katanas. Hemos utilizado la piedra que se usa para afilar los cuchillos. No nos ha quedado nada bien. No creo que nos sirvan. Al menos, una manzana no la ha cortado como esperábamos cuando hemos hecho una prueba. Pero vamos, que las hemos afilado todo lo que hemos podido. Pachucho ha estado tres horas dando a la piedra esa. Yo no he aguantado tanto.

Ya escribí un poco más arriba que no veía lo de las linternas. Pues bien, no lo veía porque no hay linternas en casa.

De todas formas, no tenemos dónde meter todo lo que queremos llevarnos. Si vamos a estar una buena temporada fuera, necesitamos ropa. En casa solo tenemos la mochila que usa Pachuco para ir al gimnasio. Al abrirla ha dicho, “necesitaremos toallas”. Bien, más cosas para llevar, a ver si al final, vamos a tener que dar dos viajes para meter las cosas en el coche. Después de discutirlo, llevaremos una toalla. Y seguidamente, le he pregunté dónde llevaríamos todas esas cosas. Igual este es un buen momento para explicar el porqué del escándalo que se oye en todo el edificio. En el trastero, que está en el piso de arriba, hay linternas y más mochilas. Hasta una tienda de campaña si queremos.

En principio, coger el ascensor, subir, ir al trastero, coger las cosas y volver a bajar, no nos pareció nada del otro mundo. Hasta el día de hoy, no hemos visto a nadie rondando las escaleras. Hemos supuesto que todas las puertas estaban cerradas. Y así es. Lo que no hemos previsto, es que estos bichos son tan sensibles a los ruidos. Y el ascensor monta un escándalo de narices; y se nota aún más cuando todo el mundo está muerto.

Salimos de casa y cerramos la puerta. Llamamos al ascensor y ahí comenzó la fiesta. La hija del vecino de al lado, del que anda en la calle vagando, ha empezado a emitir ruidos guturales (no se cómo expresar el ruido que hacen al ¿hablar?), y a golpear la puerta de la calle. Nos ha dado un susto, que a mi, casi se me sale el corazón del pecho. Pach ha levantado la barra de acero y casi le da a la puerta. Él lleva la barra de acero, y yo las llaves. Si hay que dar a alguien, mejor que de él, que para eso es más grande y fuerte.

Nos subimos al ascensor y dimos al número cinco. A medida que subíamos, en cada piso, se repetía la misma historia que en el primero. Al llegar al quinto, nos entró el acojono. Se abrieron las puertas interiores, pero no abrimos la exterior. La puerta se abre hacia fuera, y estos zombi, según hemos descubierto, que es poco, como mucho, solo empujan, así que, al cabo de unos 20 segundos hemos caído en que si no se ha abierto, y nadie la golpea, es que no hay nadie detrás. Salimos al descansillo, giramos a la derecha, metí la llave en la cerradura y nos metimos dentro del trastero. Una vez allí, hemos buscado todo lo que necesitábamos. Otra mochila y una linterna. Eso si, sin pilas. Por curiosidad hemos mirado a ver si habría otra de estas barras, pero no hemos visto nada parecido. A los diez minutos, después de revolver todo el trastero, nos hemos vuelto a bajar al piso. Conseguimos una mochila y una linterna sin pilas.

Así que, llevamos desde ayer con un concierto de percusión que apenas nos ha dejado dormir en toda la noche. Después de comer, yo creo que del cansancio, me he quedado dormido en el sofá unas dos horas.

Ya tenemos todo casi listo para poder marchar. Mañana a primera hora, saldremos camino de Hormiguera. Nos levantaremos sobre las ocho, y esperamos salir a las nueve. Una hora para ducharnos, desayunar, y revisar todo antes de salir, creo que es suficiente. Eso si, pienso afeitarme, llevo sin afeitar una semana y pico, y no se cuándo podré volver a hacerlo. Comienza la era de los barbudos, jajaja.

jueves, 19 de noviembre de 2009

31 de octubre de 2009. 23:16 horas

 Sábado. A estas horas, un día como hoy, me gusta estar en un bar tomando unas cervecitas escuchando música. Y si se tercia, pues dando una paliza al futbolín a quien esté delante. No quiero ponerme melancólico, que llevo un día bastante bueno. Llevo ya dos vodkas con naranja. Si miro a mi derecha, en una balda, veo una botella de Jagermeister y otra de absenta. La de absenta, creo que no está abierta. La otra botella si lo está. Ya la dimos un toque hace tiempo. Me he venido a escribir un rato porque Pachuco me está rayando con el tema de que el mundo es una mierda y bla, bla, bla. Como yo bebo despacio, él me saca un cubata y pico. No se de qué será lo próximo que se tome, porque ya no nos queda nada de refresco.

Y a qué se debe tanta celebración. Pues a que ya nos hemos empapado el dichoso libro. Bueno, no del todo. Ese libro está enfocado a si vives en EEUU. Dicen que si vives en una casa de dos plantas, pues que rompas las escaleras y te quedes en el piso de arriba. Nos ha jodido. Eso también se me hubiese ocurrido a mí. Una pena que la mayoría de la gente no viva en chaletes de dos plantas. Hablaba también de conducción en tiempos de zombis. Donde te dicen cómo echar un coche de la carretera y cosas del estilo. Y le pregunto yo a este señor que ha escrito el libro. ¿Ha visto usted conducir a un zombi alguna vez? Porque ya sería la leche, que para cuatro pelagatos que quedamos, andemos a palos entre nosotros. Aún así, nos leímos el capítulo porque os pareció interesante. En teoría parece fácil echar a uno de la carretera, ahora, en la práctica, ya veremos. Espero no tener que hacer uso de esos conocimientos. No vayamos a ser nosotros los que acabemos en al cuneta.

No estoy a favor ni de la existencia, ni de la posesión de armas. Pero este caso es un caso de fuerza mayor, y creo que las necesitamos. Hemos estado pensando qué usar como arma. Casi al tiempo hemos respondido lo mismo. Hace unos años, Ana y yo, le regalamos a Pachuco un par de katanas. Las hemos ido a echar un ojo, y no se yo si esas katanas nos ayudarán en nuestra misión. No tienen filo. Lógico. Se supone que son para que hagan bonito, no para jugar a los samuráis. Hay un afilador de cuchillos en la cocina. Es lo único que podemos utilizar para poder afilarlas.

De la cocina hemos seleccionado un par de cuchillos. Aunque a mi me parece que es muy arriesgado utilizarlos. Hay que estar muy cerca para usarlos, y fallar puede ser fatal. Además, solo podemos pretender cortar la cabeza al zombi para inutilizar su cuerpo. Entendemos que la cabeza seguiría con vida, ya que no destruiríamos el cerebro. Aún así, los hemos apartado con las katanas. Hemos encontrado en la terraza una barra de acero de unos setenta centímetros de largo, y aunque es hueca, tiene un grosor de unos cinco milímetros. Pudiera servir para destrozar la cabeza a una persona.

¡Ah! Casi se me olvida. Cuando salió Pachuco a la terraza a por la barra de acero. El vecino de al lado, que estaba babeando en la terraza, fue hacia él. Las terrazas son individuales, así que al llegar al borde de su terraza y hacer fuerza para intentar cogerlo, se ha caído. Ahora tenemos dos zombis esperándonos. Este apenas se ha hecho nada. Arrastra una pierna, pero puede andar perfectamente. Si el otro no era un problema grave, éste si lo es. Nos estará esperando cuando salgamos.

Otra cosa. No os lo he contado todo. Esta celebración no es solo porque nos hayamos leído parte de un libro. He recibido un mensaje de A F. Alberto dice que está a salvo en el pueblo, y que podemos ir. Seguro que ha mandado el mensaje a toda su guía telefónica. Le he respondido que iremos para allá, pero que no se cuándo llegaremos. No tengo ni idea de si le habrá llegado el mensaje, ya que no he obtenido respuesta tuya. Pero bueno, suele haber poca cobertura por aquella zona en la que está.

El pueblo donde nos tenemos que dirigir se llama Hormiguera. Es un pueblo pequeño. No se si en sus mejores tiempos pudo haber tenido quinientos vecinos. Lo que está claro, es que estuve allí este verano, y poca gente se veía. Así que, en invierno, aún menos. Está a unos cuatro kilómetros de Mataporquera. Que a su vez, está a unos veinte de Reinosa. Vamos, que hay unos cien kilómetros desde Santander. Hormiguera se encuentra al sur de Cantabria. Es uno de sus últimos pueblos. Prácticamente, está en la frontera entre Cantabria y Palencia. Es una zona montañosa, aunque de fácil acceso en coche. En condiciones normales, en una hora me plantaría en la casa que tenían mis abuelos en Mataporquera. En estas condiciones, a saber. En principio, hay gasolina para llegar sin problemas. Ahora bien, yo solo se me el camino siguiendo la autopista. No tengo ningún mapa de carreteras de la zona y Pachuco no tiene impresora para poder imprimir uno.

Aún nos queda mucho por hacer. Aparte de armas, necesitamos protección cuerpo a cuerpo. Protección que no se de dónde vamos a sacar.

En fin, no me apetece pensar mas ahora. Voy a terminar mi vodka y a servirme otro. ¡Buah!, acaba de poner música. Voy para allá.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

27 de octubre de 2009. 20:41 horas

Llevamos aquí casi cuatro días encerrados. Ha habido algún fin de semana que me lo he pasado encerrado en casa sin salir a la calle, pero al menos, abría la ventana, miraba la calle, respiraba aire de fuera. Había ruido. Vida. Empiezo a tener mono de calle.

Para pasar las horas muertas no hacemos otra cosa que ver películas. Alguna serie. Hemos visto la serie de the It Crowd entera. No son muchos capítulos, seis por temporada. Tres temporadas. Veinte minutos cada capítulo. Os voy a ahorrar hacer el cálculo. Trescientos sesenta minutos. Seis horas. Vamos, una tarde.

Tenemos que poner el volumen de la televisión bajo. No estamos “solos” en el edificio. Mientras veíamos La Jungla 4.0, a todo volumen, han empezado a dar golpes en la pared del salón. Y no era porque a los vecinos les molestase el ruido precisamente. Así que, el volumen bajito. Arriba tiene pinta de que la cosa es similar. Menos mal que las puertas de los pisos están cerradas. Y espero que con llave. Lo último que nos interesa es que haya zombis por las escaleras, y mucho menos, que estén aporreando la puerta. No me apetece tener que salir de ahí saltando una ventana. Que aunque es un primer piso, hay altura. Además, no tengo yo cuerpo de atleta. Y Pachuco menos.

Como era de esperar, no hemos leído nada del libro. Lo tenemos encima de la mesa. Lo hemos abierto, pero nos ha dado pereza y lo hemos dejado para más tarde. Es como lo de dejar de fumar, que dices que lo vas a dejar, pero que nunca lo dejas. Menos mal que a ninguno de los dos nos da por chupar esos palitos de cáncer. ¡Ja!, seguro que en algún momento se te acaban. A ver cómo lo haces para bajar al estanco a por más.

De comida vamos bien. No es que tengamos para un mes, pero nos dará para un par de semanas. Tenemos que pensar qué hacer con nuestras vidas. Si queremos echarlas a perder, como hasta ahora, o hacer algo y salvar nuestro culo. No le he preguntado a este, pero creo que pensará como yo, y optará por salvarlo.

Creo que soy una persona que se adapta bastante bien a las nuevas situaciones. Será porque no echo de menos ninguna de las comodidades de la vida moderna. Espero que no se vaya la luz. Porque me puede dar algo. Al menos al principio. Pregunté si había velas en casa. Hemos encontrado dos. De puta madre, dos velas por si se va la luz. A ver qué hacemos. No tenemos ni una triste baraja. Solo el juego de mesa de la película El ejército de las tinieblas que nunca me ha dejado tocar Pach. Joder, ni siquiera ha jugado una sola vez con él. Seguro que ni lo ha abierto.

No le he preguntado cómo lo está llevando. Quizás debiera. Hablar de la maldita situación en serio. Supongo que aún no nos hacemos a la idea de la situación actual. Mientras estábamos viendo una película, se ha levantado y se ha quedado un buen rato en su habitación. No creo que haya venido a hablar con nadie por el Messenger, porque le pregunté antes si había visto a alguien, y me dijo que no. Ni por Messenger, ni por Facebook. Tampoco ningún correo. Mira que me dijo que me apuntase al “caralibro” ese, pero nunca lo hice. No todo van a ser malas noticias. He mirado en la página esa donde estoy apuntado yo, y he recibido un mensaje de la chica que conocí. Solo dos mensajes. “He oído disparos”, y “tengo que marcharme”. Los escribió ayer. He respondido contándola a todo correr la situación que estamos viviendo aquí. Y de paso, la he dado cómo contactar conmigo. Mi móvil, el de Pachucho, el teléfono de Pachuco, mi dirección de correo, la de Pachuco. Joder, solo me ha faltado darla la dirección postal.

Por suerte, el padre de Pachuco se dejó el teléfono móvil en casa. Se lo he expropiado. No creo que ya le vaya a hacer falta. A saber qué habrá sido de él. Salió a pescar de madrugada. Fin. No sabemos más. A lo que iba. Su teléfono es Nokia. He cambiado la tarjeta. Ahora tengo un teléfono sin tanta chorrada de esa táctil, pero más robusto. Hace fotos, eso si.

Hoy, ni me he acercado a ninguna ventana. No se qué pasa en el exterior, paso. Pero seguro que le maldito matorral sigue moviéndose. Que fijación tienen con las cosas. El de la pared estuvo siete horas, siete, dando golpes a la pared hasta que se cansó. O se le desgastó la mano, o se la rompió. Casi nos vuelve locos. Menos mal que las paredes son de ladrillo, y no de pladur, como las de un amigo. Porque si no, hubiésemos tenido un problema muy grave.

Es hora de ir preparando la cena. De esta noche no pasa. Tenemos que echar un ojo a ese libro, e idear un plan de qué hacer. No podemos pasarnos aquí toda la vida. Además, solo tenemos alimentos para unos días.

lunes, 9 de noviembre de 2009

23 de octubre de 2009. 11:28 horas

Viernes. Llamaría a Eneko para ir a tomar algo, pero no responde. He apagado el teléfono móvil porque apenas me queda batería. Lo encenderé de vez en cuando por si recibo algún mensaje. Como hay electricidad, Pachuco tiene el suyo encendido. No debía haber aceptado el Samsung que me ofreció Movistar. No me querían dar el Nokia que yo quería. Ahora tendría un cargador y la batería llena.

Llevo un día y pico encerrado en casa. Tenemos todas las persianas bajadas, pero no del todo. De forma que podemos mirar a través de los huecos que deja. Por suerte, los padres de este hicieron la compra hace dos días y tenemos comida de sobra. Podremos aguantar aquí unos días.

De momento todo funciona. Electricidad, gas y teléfono funcionan. Hace unas horas, las cadenas de televisión empezaron a poner la carta de ajuste. Ahora se que solo tienen programado de forma automática una cuarenta y ocho horas. Hoy he visto el telediario menos alarmista de toda mi vida. Una mesa vacía durante media hora. No se han molestado en cambiar el plano. El telediario mas emocionante ha sido el de Telecinco, cuando ha salido J.J. Santos. No se le veía tan enérgico como otras veces. La verdad, es que andaba un poco como perdido. Con la cara manchada de rojo, un brazo colocado en una posición imposible, y con medio cuello desaparecido. Ha salido en el plano, ha dado una vuelta a la mesa, se ha quedado como gilipollas mirando una pared, y se ha marchado por el otro lado. Creo que ha dicho algo de fútbol, pero no le hemos escuchado. Nos ha empezado a dar la risa… Que mal me cayó siempre este tío. Y eso que no me gusta el fútbol.

La verdad, es que no se porqué sigo escribiendo en este blog. Seguramente no lo va a leer nadie. Lo haré como vía de escape. Para que no se me vaya la pinza. Y mas que nada, porque me apetece contar cómo me fue hace dos días, y cómo llegué hasta aquí.

Al final, el miércoles salí de allí como a las siete y media. Después de escribir la última entrada y de apagar el ordenador, me entró un ataque de miedo bastante importante. Me temblaba todo el cuerpo. Parecía que estaba bajo cero de cómo me temblaban las manos. Tuve que pasarme por el baño dos veces de los nervios. Bajé y subí desde la puerta hasta el segundo piso dos veces porque me pareció oír a alguien gemir justo detrás de la puerta. Así que, subí a la segunda planta, levanté la persiana, abrí la ventana y no vi nadie. Ya empezaba a estar paranoico. Miré bien a ambos lados. No vi a nadie. Solo había en la rotonda, pero lo podía conseguir. Ellos tendrían que saltar la barandilla y el muro que separa la rotonda de la carretera que da a la puerta. Pero no creo que puedan, llevo observando un buen rato y no parecen muy ágiles. Ni muy listos tampoco. He visto a uno que llevaba toda la tarde dándose contra una señal de tráfico y no se le ha ocurrido girar o esquivarla para poder continuar.

La cosa es que cerré la ventana de nuevo y bajé a todo correr. Dije adiós a Tecla, que es la araña que tenemos en las escaleras, y abrí la puerta despacio. Mirando a medida que se iba abriendo. Cuando tuve el hueco justo de pasar, salí a la calle. Cerré la puerta con cuidado de no hacer ruido y eché a correr al coche.

Aunque tengo mando a distancia, preferí no utilizarlo, llegué al coche y apreté el botón de apertura. Eso hizo ruido. No os podéis imaginar el ruido que hacen las cosas cuando todo está en silencio. Mi coche no es especialmente ruidoso a la hora de abrir las puertas. Pero hoy parecía como si estuviese en Las Fallas. Me metí rápidamente y pulsé el botón de bloquear las puertas. Que bien hice en comprarme un coche con llave inteligente. Pisé el freno, giré y arranqué el coche. Había tres de ellos cuando eché el coche marcha atrás para incorporarme a la carretera, tenían con los brazos estirados y gritando, o gimiendo. No se, no los oía bien dentro del coche. Lo que pensaba. No podían salir de ahí, estaban andando hacia delante, pero como no podían, iban desplazándose poco a poco. Unos cincuenta metro tiene esa barandilla; y la carretera donde estoy está cuesta arriba y se une a la carretera donde están ellos, pero para cuando eso ocurrió, yo ya no estaba allí. Lo que si logré ver, fue a un niño, o una niña, no lo se, que consiguió atravesar al barandilla. Al ser más pequeña, literalmente se tiró. No pareció hacerse mucho, porque empezó a seguirme. Los dejé atrás.

En los escasos doscientos metros que hay desde donde tenía el coche hasta la gasolinera estuve pensando en echar o no gasolina. Al final decidí no hacerlo. No quería arriesgarme. Aún tengo medio depósito y eso me da para unos 250 kilómetros. No es mucho, pero menos da una piedra. Para llegar hasta aquí, me sobra.

Hice lo que pensé. No me metí en la autopista y fui por la carretera paralela. A medida que avanzaba veía que no estaba bloqueado el camino, pero como era ya prácticamente de noche, tampoco es que viese a mucha distancia. Seguí avanzado, y cuando estaba ya a punto de llegar al final de las naves. A la altura donde está Porcelanosa, había coches bloqueando el camino. No podía seguir. Lo vi a tiempo y giré a la derecha y me metí dentro del polígono industrial. De momento no había visto a nadie. No iba muy rápido para no hacer mucho ruido. Al parecer, el ruido los atrae. Normal, si estás tranquilamente en casa y oyes un ruido de la leche, pues te asomas a ver quién perturba tu silencio. Me imagino que los zombis harán lo mismo.

La cosa es que al meterme ya por las calles del polígono, que a decir verdad, no son muchas, al girar y entrar en una nueva calle, me topé de frente con cinco de ellos. Algunos iban vestidos con ropa de trabajo. A los pobres diablos les debió coger mientras trabajaban. Seguramente, alguno fue a trabajar cuando debió quedarse en casa de baja. Debió morir en el trabajo, y el resto ya os lo podréis imaginar.

Durante un momento se me ocurrió acelerar y salir pitando. Pero no lo hice. No se qué pasa cuando atropellas a alguien de frente, lo mismo pierdo el control del coche y me estrello, o del golpe salta el airbag y me estrello igualmente. O directamente, me quedo sin coche. ¡Coño!, que no he terminado de pagarlo. Como parece que si no te tocan son casi inofensivos, lo que hice fue poner primera e ir poco a poco. Así, no los arrollaría, y si se ponían delante, podrían apartarse ellos mismo. O como poco, echarlos a un lado suavemente. Que bonito el todo en la teoría. Cuando los tenía ya encima, empezaron a volverse como locos, golpeando las ventanillas. Tenía a dos en mi lado, y a tres en la ventana del copiloto. Me asusté, creo que me salió el corazón por la boca. Casi ni los venía, porque habían manchado los cristales de sangre de tanto golpearlos. Aceleré, metí segunda y luego tercera. Los dejé atrás y llegué al final de la calle. Hay un hotel NH, y dentro de las verjas había más seres.

Dejé el hotel a al izquierda y seguí todo recto hasta llegar a los nuevos edificios que se construyeron alrededor del El Corte Inglés. Ahí la cosa no mejoró. Había muchos de ellos. Por la carretera, por el pequeño parque que construyeron donde antes había una iglesia. Por todas partes. Para más INRI la carretera estaba bloqueada y no podía continuar tampoco por ahí. Eso me hizo tener que coger una ruta alternativa y pasar justo delante del centro comercial. Donde seguramente, también la carretera estuviera bloqueada, y además, habría más zombis.

Hice la misma jugada de antes, pero esta vez, más deprisa. De esta forma, solo les daba tiempo a darme un golpe en el coche. Pero claro, había muchos. Y eran muchos golpes.

Soy un poco maniático y me tuve que abrochar el cinturón de seguridad en el peor momento, el coche no hacía más que llorar con que me lo abrochara. Que pesado. Llegué a la calle principal de esa zona. Hay una pequeña rotonda para distribuir un poco el tráfico, y a unos metros, y una parada de autobús a cada uno de los sentidos de la calle. Tengo una suerte que no me merezco, en serio. Por allí, pasan los autobuses cada media hora. Eso como poco. Pues bien. Había dos, no uno, si no dos, y bloqueando la calle.

Las aceras que construyó El Corte Inglés son muy anchas, cabía mi coche perfectamente. Pues nada. Mientras mis nuevos amigos me animaban dando golpes es la luna trasera, subí a la acera. Mi idea era ir al final de la calle, girar a la derecha y seguir por el mismo camino que dejé antes. No pude. Había varios coches en lo que había sido un atasco. Ahora solo era algo que me impedía seguir. Las puertas abiertas, restos de gente esparcidos por el suelo. Y, como no, algunos de ellos viniendo hacia mi.

En lugar de girar a la derecha, tuve que hacerlo a la izquierda. También había coches, pero los pude esquivar sin problema. Me metí entre los nuevos edificios que hicieron allí. Dentro había un pequeño parque, con columpios y todo. Pues por ahí me metí. Desde ahí podía enlazar con la carretera que me interesaba. Al menos pude ir hasta el fondo, casi a pocos metros del puente que pasaba sobre las vías. En ese parque me pasó algo que no acabo de quitarme de la cabeza, y hace que me entren escalofríos. En un momento que miré por el espejo retrovisor, y donde pude acelerar un poco para dejar atrás a toda esa gente que me seguía, oí un crujido, miré a los lados pensando que había golpeado a alguien. Pero no había nadie. Seguí mirando por el espejo y a medida que avanzaba vi alguien tirado en el suelo, con… bueno, sin…, joder, lo había aplastado la cabeza. Un rastro de sangre podía guiar a cualquiera hacia mí. No tenía pinta de tener más de diez años.

Desde ahí hasta casa de este no tuve mayores problemas. La gente que pudo intentaba salir de la ciudad, así que, la parte del camino que yo utilizaba estaba prácticamente vacía.

Ya no veía que me siguiera nadie una vez que bajé el puente. Por la zona en la que me metí, apenas está construida. De hecho, ahí iban a hacer pisos de protección oficial. Bueno, ahora eso ya no le importa a nadie. Si lo que pasa aquí, ha pasado en el resto del mundo, seguro que los que quedamos con vida no vamos a tener problemas encontrar casa. Y seguro que ha pasado lo mismo.

Bueno, que me distraigo. Me estaba acercando al barrio donde vive Pachuco. Y aunque en el Primero de Mayo, no pude seguir el camino, digamos, legal. Nadie me puso una multa por tener que coger el carril contrario para llegar hasta la entrada de su barrio. Llamé por teléfono desde el coche para que me abriese la puerta del portal. No me apetecía estar esperando ni encerrado en el coche, ni en el portal. Al parecer las conexiones ya no estaban saturadas. Me cogió el teléfono y le dije que en cuanto estuviese al llegar pitaría, cuando me oyese, fuese rápido a descolgar el teléfono y cuando me oyese decir que abriese, que abrirse la puerta.

Justo. En la calle no había ni un alma. Sin embargo, si había gente en los balcones y ventanas que estaban abiertas o con las ventanas rotas. El suelo estaba lleno de cristales. Me acerqué, ni rápido ni despacio. Como suelo entrar por allí. Oí unos cristales caer. Parece que me daban la bienvenida. Toqué el claxon y a los tres segundos apagué el motor, puse el freno de mano y salí del coche. Del coche a la entrada del portal hay unos diez metros; si llega. Me giré como por instinto. Una persona calló de uno de los edificios de enfrente. Y después otra. Y luego otra. Solo una de ellas volvió a levantarse, pero la pobre infeliz estaba tan mal que cuando se levantó, volvió a caer. Después de eso, solo pudo arrastrarse. A los otros dos los puedo ver desde el salón. Se destrozaron la cabeza. Por suerte la que quedó con vida, por decir algo, se ha quedado atascada en los arbustos que hay frente al portal. A un par de metros de mi coche. Sabemos que está ahí, no porque la veamos, si no porque los matorrales esos se mueven.

No hemos oído, ni visto a nadie mas caer de sus casas. Sin embargo, si los vemos desde la ventana de vez en cuando asomarse por ellas. O salir a los balcones que dejaron abiertos.

No tengo esperanzas de volver a ver a nadie de mi familia con vida. Tampoco Pach. ¡Puf!, joder, Eneko trabajaba en El Corte Inglés. Igual era uno de los que me estuvo siguiendo. Si le pilló mientras estaba en su “despacho”, lo tiene muy, pero que muy jodido. Del resto de la gente que me rodea no se nada.

Me llama este, tengo que dejar de escribir por ahora. Este año le regalé el libro de Guía de Supervivencia Zombis. Así que, lo estamos mirando. Joder, somos dos putos frikis. Cada vez que pienso en ello. ¡Coño!, ese libro es ficción. No es real. Cómo le vamos a hacer caso. Pero nada. Este se ha empeñado. Total, no hay nada mejor que hacer. La verdad, es que es mejor leer el libro ese a ponerse a ver alguna película que ya haya visto.

jueves, 5 de noviembre de 2009

21 de octubre de 2009. 18:51 horas

Acabo de recibir un mail de Pachuco. Está en su casa. Al fin encuentro a alguien con vida. Le he respondido que voy para allá. Que esté atento para cuando llegue. Le he dicho que tardaré como una hora. Normalmente, tardaría unos diez minutos en llegar, pero no se qué es lo que me voy a encontrar de camino.

La cosa está complicada. Ya no queda nadie normal, la carretera está llena de zombies. La rotonda está igual, llena de coches, zombies y restos de gente. Hace una hora he visto a uno reanimarse. Estaba mirando por la ventana y me he fijado en uno que parecía que estaba muerto. Hace un par de horas lo atacaron tres personas, dos hombres y una niña. Vi cómo pasaba. Le arrancaron la mano, parte de la cara y el pecho. De repente, ha dado unos espasmos, se ha quedado quieto, y a continuación, se ha levantado. Ahora está andando en círculos alrededor de un coche.

No veo a ninguno en la zona frente a mi oficina. Aunque desde la ventana se vea la rotonda, hay una pequeña carretera delante de la puerta. Además, la rotonda queda a unos tres metros de altura. Hay una entrada a esta carretera desde la bajada que da a la rotonda. Esa es la buena noticia. La mala es que no veo mucho desde esta posición. La ventana queda en la esquina del edificio y no veo qué hay al otro lado, a la izquierda del mismo. A la derecha tengo buena visión, y no veo a ninguno desde aquí. De todas formas, es ya casi de noche y no puedo ver a mucha distancia ya.

Bueno, tengo que salir afuera, abrir el coche, entrar, arrancarlo, salir escopetado de allí, y llegar a los bloques del Primero de Mayo donde vive Pachuco. En lugar de ir por la autopista hasta llegar al Corte Inglés, voy a ir por la carretera paralela, donde están los concesionarios de coches. Desde la ventana, no veo que la carretera esté bloqueada. Aunque la cosa está jodida si lo está, porque solo hay un carril para ir y otro para volver, que queda al otro lado de las naves. Desde allí llego al Corte Inglés. Giraré a la derecha y el camino es todo recto hasta el Primero de Mayo. Solo que da pasar una rotonda y entrar en el barrio. Fácil. Por los cojones es fácil.

Al menos funciona internet.

Bueno, me marcho.

21 de octubre de 2009. 14:25 horas

No creo que vaya a comer hoy a ninguna parte. He bajado todas las persianas. No quiero que nadie sepa que estoy aquí. He bajado abajo y he cerrado la puerta. Al menos, la puerta tiene cerradura de seguridad.

Al rato de marcharse Sergio he mandado un correo a la gente que tengo en el Messenger y a la gente de la que se me su dirección. Como me temía, ninguna respuesta. Los periódicos no han cambiado ninguna noticia desde esta mañana. La verdad no se si es desde esta mañana o desde ayer, porque esta mañana no los miré.

Me dio por llamar a todos mis contactos del teléfono. Empecé por mis amigos, y al ver que no contestaba nadie, seguí por la gente que hacía tiempo que no llamaba; hasta terminar llamando a mi jefe y todo. No he podido hablar con nadie. Con algunos no había línea, otros tenían el teléfono apagado y otros no contestaban. Nada. Parece que me he quedado solo en el mundo.

Se que no estoy solo porque desde la ventana veo coches que llegan a la ciudad. Los que intentan subir camino de Valdecilla, se quedan atrapados en la rotonda, y los que pasan debajo del túnel que hay bajo la rotonda, avanzan mas, pero con dificultades. He visto un coche que ha dado la vuelta y ha salido a gran velocidad hacia la salida de la ciudad. Alguno lo ha seguido, y a la altura donde está el concesionario de Nissan se han dado dos un golpe de la leche. Uno de ellos ha quedado con medio coche encima de la mediana y el otro medio encima de un coche que estaba allí intentando entrar. El otro se ha dado contra el lateral de la derecha y ha dado un par de vueltas hasta quedar quieto. No he visto salir a nadie de ninguno de los tres coches. He visto gente que salía de los coches a ayudar, pero se han vuelto a sus coches y se han encerrado.

Estoy dado de alta en una de esas redes sociales que hay ahora. No importa el nombre del sitio ahora mismo. El caso es que hace unos días conocía a una chica, bueno, más que conocer, ha sido como un “hola” durante varios días, hasta que me debió de responder para que la dejara tranquila, jaja. Pero bueno, hemos hablado alguna que otra vez. No trabaja en España, trabaja en la embajada de un país del norte de África. La cosa es que me dio por entrar a mirar y estaba conectada. La conté lo que estoy viendo aquí. Y he aquí mi sorpresa y mi asombro. Esto que pasa aquí, también pasa allí. Han cerrado la embajada. Unos empresarios del país andan muy enfadados porque no se les deja salir de la embajada. En la puerta hay militares fuertemente armados. Me ha dicho que el aeropuerto está cerrado, y que se tenía que marchar. Después de eso. No ha habido más respuestas. Al rato ponía en su estado que no estaba conectada.

Os preguntaréis porqué he decidido cerrar la puerta, bajar las persianas, apagar las luces y no ir a comer. La gente se ha vuelto loca. Así. Como un cencerro. Tolón-tolón.

No lo quiero decir, pero acabaré haciéndolo.

Estaba mirando páginas en Internet, cuando he oído gritos por la parte de atrás de donde estoy sentado. Me he asomado a la ventana y he visto gente correr. Algunos coches han girado y han empezado marcharse. He visto como un cabrón, atropellaba a una persona. Y a un hijo de puta pasarla por encima después. Los he seguido con la mirada cuando pasaban por debajo de la otra ventana, y uno de ellos casi se choca con uno de los coches que se dieron el golpe antes.

He visto a gente en bata y con ropas de médicos, o enfermeros, da igual, atacar a la gente que había salido de los coches. Incluso he visto a uno salir de un coche y atacar al que estaba en el coche de al lado.

Ahora mismo ya no queda nadie normal, el que no ha podido salir corriendo, ha sido atacado por ellos.

Joder, he visto demasiadas películas para ignora lo que acabo de ver. Joder, son putos zombis.

21 de octubre de 2009. 12:55 horas

Se ha ido. Sergio se ha marchado a Ramales hace diez minutos.

Me adelanto. Voy a contarlo cronológicamente. Va a ser lo mejor. Aunque estoy un poco alterado y no tengo aún las ideas claras.

Llevamos horas hablando de la situación ye he contado lo que me pasó anoche. En el piso que tienen alquilado Sergio y su hermano también hubo movimiento. Pero tampoco se ha alarmado. Le sorprendió tanto movimiento y eso, pero nada del otro mundo. Dijo que algo habría pasado, cuando empezó a oír tantas sirenas.

De todas formas, hoy es un día raro. No ha llamado nadie de fuera. Damos soporte de un programa a otras empresas, y suelen llamar para que les resolvamos dudas y demás. Pues hoy, nada, ni una sola llamada. Han desaparecido todos. Bueno, por otro lado no los echo de menos. Por un día que estemos tranquilos, no nos va a pasar nada. De Sonia no sabemos aún nada. Ninguna llamada, eso si que es raro. Suele llamar para preguntar alguna cosa. Tampoco nosotros hemos llamado allí. Por mi parte, hoy todos los procesos que se hacen por la noche han ido bien.

Al terminar de contarle a Sergio todo lo que me pasó anoche, ha cogido el móvil y ha llamado a su novia. Pero no le ha cogido el teléfono. Ha dado tono, pero no lo ha cogido. Lo ha intentado ya cuatro veces. No hay respuesta de ella. Se ha empezado a preocupar. Le calmé diciendo que se habría dejado el teléfono en casa, que lo intentara a la hora de comer, que seguro que le llama ella cuando vea tanta llamada.

En fin. He llamado de nuevo a mis padres. Tampoco han cogido el teléfono. He llamado al hospital para preguntar. Me ha llevado media hora de intentos. Y cuando digo media hora, es media hora dando al botón de rellamada. Menos mal que el teléfono que tengo en mi mesa tiene la función de manos libres. Pero vamos, no me ha servido de nada. Se ha puesto una persona que no ha sabido decirme nada, y lo único que me ha quedado claro, es que hay allí mucho ruido. Después de eso, se ha perdido la llamada. Lo he intentado un par de veces mas, pero ya no he tenido tanta suerte.

Pensé en acercarme. Pero he desistido. Desde mi trabajo tengo una vista a la rotonda de la Marga por la parte de delante, pero detrás, tengo justo a mi derecha una ventana desde donde veo parte del hospital. Pues bien. Si cuando llegué esta mañana a trabajar, estaba bloqueada la subida de la cuesta, pero podías dar vueltas a la rotonda que queda justo debajo del hospital, ahora veo que han movido la barricada, y ya no se puede entrar en la rotonda.

Como no se nada de mis padres, he intentado llamar a casa. Joder, el mismo puto resultado. Llamo, pero nadie coge el teléfono. He llamado al teléfono de mi hermano. Se que está encendido porque lo usa como despertador, pero tampoco coge el teléfono. Ya me empecé a mosquear y bien. Resulta alarmante hasta qué punto nos hemos echa esclavos de la tecnología. O mejor dicho, de las comunicaciones. Hace veinte años, si no contactabas con alguien ahora, no te preocupabas, llamabas después, y no pasaba nada. Ahora, lo queremos todo ya.

He ido a contarle a Sergio que no he podido contactar con mis familiares. Aún sigue mosca por no poder hablar con Estíbaliz. No me he podido resistir. Me he puesto muy serio y le he dicho “Sergio, se ha ido con otro, y no quiere saber nada de ti. A mi me pasó igual que a ti”. No pude aguantar serio ni cinco segundos después de decirlo. Me ha salido una carcajada. Y claro, se ha mosqueado conmigo. Que sensible es este chaval a veces para las bromas. A lo que vamos. Le he contado la historia. Entonces, ha cogido el teléfono y ha llamado a su casa. Después de tres intentos por saturación de línea, Movistar ha tenido a bien realizar la llamada.

Su madre fue quien contestó al teléfono, le dijo que ha intentado contactar con él varias veces durante toda la mañana, pero que la fue imposible. Resulta que esta mañana, sus padres han salido a trabajar como todos los días. Y al parecer, uno del pueblo le ha atacado a su padre. Le ha mordido en la mano y arañado en el brazo. Estaba como rabioso. Se lo quitó de encima y salió corriendo. Según cuenta, tenía la cara y la camisa manchada de sangre. Tenía pinta de haberse dado un buen golpe. El caso es que fue al centro de salud de Ramales, y allí le vendaron la mano, le dieron un parte de baja y lo mandaron para casa. Y desde hace unas horas, se ha empezado a encontrar mal.

Después de tan malas noticias, Sergio ha cogido y se ha marchado al pueblo. Tampoco ha conseguido hablar con su hermano, que estaba en la universidad. Dice que lo llamará de camino.

Así que, aquí estoy. Solo en la oficina, sin nada que hacer, y sin saber nada del mundo. Voy a intentar contactar con alguien a ver.

martes, 27 de octubre de 2009

21 de octubre de 2009. 03:13 horas

Me acaba de despertar mi padre. Mi madre se encuentra muy mal y quiere que la lleve al hospital. Ahora mismo se están preparando para marchar, y como tardarán un poco, aprovecho para escribir esto. Al final tengo que llevar a mi madre y a mi padre, que tenía una cara casi peor que mi madre. Mi hermano se ha quedado en la cama. Lo he avisado de que les llevo al hospital, le he preguntado si quería venir, y ha dicho que no.

21 de octubre de 2009. 08:33 horas

Lo de anoche fue la hostia. Llegamos a Valdecilla y estaba aquello como si regalasen dinero. Me fue imposible entrar con el coche a urgencias y tuve que aparcarlo en la bajada de la plaza de toros, allí, de cualquier manera. Como otros cuarenta o cincuenta coches.

Antes de anda, decir que el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, está formado por un conjunto de edificios dentro de un recinto. Deben ser como una docena de edificios, y alguna zona esta amurallada, como la parte que da a la calle Jerónimo Sainz de la Maza, que es desde donde se accede a urgencias.

Como pudimos, llegamos andando hasta la entrada al recinto. Había en la entrada una barrera improvisada y varios policías, solo dejaban pasar a las ambulancias. Había ya personal sanitario esperando a los pacientes. Muchos enfermeros y enfermeras, médicos; y sobre todo gente de uniforme. Policías locales y nacionales. Nada mas llegar, dos enfermeros con sillas de ruedas sentaron a mis padres. Al ir tras ellos, un policía me agarró del brazo, me echó hacia atrás y me dijo que no podía pasar. Insistí, diciendo que eran mis padres, y en un tono amenazante, me dijo que me marchase para casa y esperase noticias allí.

Me quedé fuera mirando cómo los llevaban dentro. Lo que pude, claro, porque hay unos doscientos metros desde donde yo estaba hasta la entrada de urgencias, y el camino no es totalmente recto, así que, a los cien metros, los perdía de vista entre tanta gente. A unos los llevaban en camilla y a otros en silla de ruedas.

No estaba solo mirando desde fuera, aquello estaba casi como un concierto y paraba de llegar gente. Me fijé que en la carretera, dentro del recinto del hospital, había tiendas de campaña. Más que tiendas, eran carpas. Entraba y salía gente con trajes de esos blancos con el gorro ese con un visor. No recuerdo ahora el nombre. Pero son de esos herméticos.

La gente estaba muy nerviosa. No dejaba de llegar gente. A medida que llegaban más personas, llegaban más policías para contenerlas. Al rato de dejar de ver a mis padres, me marché de allí. Me costó llegar a casa como una hora. En un trayecto que normalmente se tardan menos de diez minutos.

El resto de la noche no pude dormir. Los vecinos de al lado no paraban de hacer ruido, y las sirenas no me dejaban dormir tampoco. Así que, a las cinco y pico me levanté y me puse a jugar al ordenador hasta que sonó el despertador. Me vestí, y me vine para acá. Dejé a mi hermano durmiendo tranquilamente. Y llamé a mis padres a ver qué me contaban, pero no me cogieron el teléfono. Lo volveré a intentar cuando acabe de escribir esto.

Para llegar hoy al trabajo, suelo bajar por la misma calle donde estuve anoche. Imposible, la calle estaba cortada a la altura de Cuatro Caminos. Había una barricada hecha con coches de policía. No dejaban ni subir ni bajar. Seguí para ver si podía bajar por la siguiente calle, la que queda al otro lado del hospital, pero nada, también cortada. He tenido que ir hasta Peñacastillo, para desde allí, volverme, llegar a la rotonda que queda debajo del hospital y bajar hasta la oficina. He visto otra barricada en la parte de abajo que impide subir por las dos calles. El hospital pareciera que estuviese en cuarentena.

Y bueno, hoy no ha atasco. Pocos coches se ven. Ahora mismo, estoy con Sergio. Sonia ha ido directamente a la otra oficina, tenía cosas que hacer allí. Voy a contarle a este lo que pasó anoche.

20 de octubre de 2009. 16:45 horas

Acabo de hablar con mi padre y me ha dicho que están de vuelta a casa. Al parecer, en Valdecilla le han dado a mi madre unos antibióticos y la han mandado para casa. Le he preguntado que han tardado muy poco, que para ser urgencias, menos de una hora. Es todo un récord. Me ha dicho que había enfermeros atendiendo directamente en la sala de espera y en los pasillos. Y que había mucho movimiento de gente en camillas. Ha visto como se llevaban a dos personas en camilla de las que estaban en la sala de espera. Estaban inconscientes. Al salir estaba aquello lleno de ambulancias y de coches. Han cogido un taxi de casualidad. Porque se han subido en uno del que se acababan de bajar dos personas. La verdad, es que desde mi sitio, he oído varias sirenas de policía y ambulancia. De hecho, he visto varias pasar.

20 de octubre de 2009. 17:12 horas

Acabo de hablar con Sergio. Le he contado lo que me ha dicho mi padre y ha llamado él su a casa. Dice que en Ramales pasa exactamente igual. Hay gente que se había vacunado en el centro de salud, y la han tenido que llevar al hospital comarcal de Laredo. No han visto muchas ambulancias, la gente ha tenido que llevar a sus familiares en sus propios coches. Es normal, al ser una zona llena de pueblos, las ambulancias estarán desbordadas y no habrá suficientes.

Hemos mirado las noticias y la cosa parece que se pone bastante fea. Los hospitales están colapsados y desde el gobierno, han dicho a la población que no se acerque a los hospitales si no es un caso de extrema urgencia.

En la rotonda de La Marga hay un atasco de la leche, los tres carriles están llenos de coches. Hay un atasco para entrar a la ciudad bastante interesante. A ver ahora cómo llego yo a casa. Hay un coche de la policía nacional también atascado, con las luces y las sirenas puestas. Jajaja, solo le falta ponerse a pitar como un idiota de los que están atrapados. ¿No se da cuenta de que el resto de coches no está ahí por gusto, y que pitar no sirve de nada?

20 de octubre de 2009. 22:34 horas

He terminado de cenar hace un rato y quería escribir sobre lo que he visto en el telediario. Han hablado de graves disturbios en Francia. En París ha entrado el ejército ante la imposibilidad de la policía de controlar la situación. He visto tanques por las calles. Según han dicho, es por seguridad, al parecer ha habido un ataque terrorista y hay varios muertos. Después, mi padre ha cambiado de cadena para ver el fútbol. Me he quedado con las ganas de saber qué es lo que pasaba. Es mejor ver a cuatro millonarios dar patadas a un balón. Que asco de país. Pan y circo.

Mi madre sigue fastidiada; y mi hermano tampoco tiene buena cara. Ha llamado a su trabajo para decir que mañana no irá a trabajar, su jefe le ha dicho que no será el único, otros dos compañeros tampoco irán mañana. Mi padre, aunque no diga nada, tampoco es que tenga buena cara.

Estoy oyendo toser a los vecinos de al lado desde mi habitación… Esas paredes son de papel. Yo me encuentro bastante bien. Parece que pasé ya la gripe. No se si la A, o la B, pero algo he pasado. Y no o imagináis cómo me alegro. Mañana a las doce, o a las once, ya no me acuerdo, tendría que ir a pincharme. Pues no me da la gana.

He mirado por Internet, y lo que ha pasado en Francia, también ha pasado en más países. Al parecer, la vacuna no es todo lo eficaz que debiera, o el virus es mucho más fuerte de lo que se esperaba; o ambas cosas a la vez. Me parece que alguien se va a quedar sin trabajo. He visto un video donde salía gente en bata de un hospital, había gente corriendo. Uno le estaba dando a otro una paliza, y era el sano quien la recibía del enfermo. Vaya movida. Ya vuelvo a escuchar ambulancias, bueno, sirenas. Quiero creer que sean ambulancias y no policía.

Mientras escribo esto, estoy por el Messenger hablando con un par de amigos. La misma situación que hay en mi casa, pasa en la de uno de ellos. El otro vive solo, aún así, oye a sus vecinos, y la cosa no parece estar mejor. He quedado mañana con Pachuco para ir al cine a ver una peli. Esa de District 9. A ver qué tal está. Supongo que bien.

Bueno, voy a leer un rato y luego a dormir.

20 de octubre de 2009. 08:45 horas

Si por la tarde hace un calor que te mueres, a primera hora, hace un frío del carajo. De puta madre.

Hoy van mis padres y mi hermano a vacunarse a las nueve de la mañana. Me imagino que allí estarán los tres ahora mismo. Estará aquello lleno de gente. Ya me estoy haciendo a la idea. Bah!, paso de pensar en ello. Mierda. Alguien llama al teléfono.

20 de octubre de 2009. 12:33 horas

Acabo de recibir un sms del amigo que tengo que trabaja en el centro de salud en Torrelavega. Dice “No se te ocurra vacunarte. Algo tienen estas vacunas”. Joder, que drástico. ¿Qué coño tienen? ¿Virus?, jajaja.

He llamado a mis padres para decirles lo que me acaban de mandar. Demasiado tarde. Ya se han vacunado. Ellos y como media ciudad más, al parecer.

20 de octubre de 2009. 15:55 horas

He llegado tarde a trabajar. Mi madre no se encontraba bien y he tenido que llevarla a urgencias. Ya la he dicho yo que sería una reacción a la vacuna, pero aún así, como está operada del corazón, ha querido ir. Pues nada, allí la he dejado con mi padre. Mi hermano se marchó después de vacunarse y allí sigue.

He leído los periódicos estos que suelo mirar en Internet. Algo no está saliendo según lo previsto. En la cabecera solo se habla de la fuerte reacción a la vacuna en toda la población. Están los hospitales colapsados. Si es cierto que a la hora de entrar a Valdecilla, aquello estaba lleno de coches y de gente, pero como llegaba tarde, no me he quedado a ver qué pasaba. Voy a llamar a mis padres a ver qué me cuentan.

19 de octubre de 2009. 15:50 horas

He llegado a nuestra nueva oficina hace veinte minutos. Ahora mismo, tengo una vista privilegiada a la rotonda de La Marga, es a una de las entradas a Santander. Por las mañanas puedo ver los atascos, y a los agentes de movilidad parados cual señales de tráfico. Esta mañana, sin ir más lejos, ha estado uno una hora de reloj sin moverse hasta que ha llegado un compañero suyo. Después, este compañero se marchó, y él se quedó de nuevo en plan señal de tráfico.

Cuando he ido a comer, he visto que tenía una carta de mi centro de salud en la que me dicen que el miércoles a las 11 horas debo pasar a ponerme la vacuna de la gripe A. A mis padres y a mi hermano también les ha llegado la carta, pero para el martes. Yo tengo un médico diferente a ellos. Me cambié hace tiempo. Les he dicho que no iba a ir y he estado discutiendo en casa. Ellos, al menos mis padres, porque mi hermano hasta la tarde no llega a casa, si irán. Les he contado lo que creo saber del tema, más no puedo hacer. Ellos verán. No se si el tipo que fue este fin de semana a ponerse la vacuna, al final se la puso o no. No tengo ni idea. Lo que si se, es que ha habido bastante gente.

En esta oficina hace un calor de mil demonios, no hay quien pare. Ahora mismo solo estamos dos. Javi está de vacaciones y Sonia está en nuestro antiguo lugar de trabajo, porque aquí no podía hacer nosequé. No la he escuchado. Estaba metido en lo mío cuando me lo dijo esta mañana. Así que, aquí estamos. Sergio ha puesto el aire acondicionado. Yo paso, que me sienta bastante mal.

19 de octubre de 2009. 13:33 horas

No he escrito nada este fin de semana. Es lo que tiene salir hasta las tantas, que al día siguiente, no te apetece ni vivír. Y yo, este fin de semana, he salido. El sábado fue mi cumpleaños. He superado en dos años la edad del hijo del dios de la religión cristiana. ¿Y qué he hecho con mi vida todo este tiempo?, pues poca cosa, la verdad. No recuerdo qué hice hace diez años en mi cumpleaños. Podría decir que salir a mamarme por ahí. Eso seguro. Lo dicho, nada que merezca la pena ser recordado.

Hoy es lunes y estoy en nuestras nuevas oficinas. ¿Porqué nos sacaron de la otra empresa?, pues no tengo ningún miedo a decir que fue “gracias” a los delegados de UGT. En lugar de hacer que nos contrate la empresa que nos subcontrató, prefieren echarnos y no vernos allí. No deja de ser curioso. Paso de escribir más. Que me pongo de mala hostia.

viernes, 16 de octubre de 2009

16 de octubre de 2009, 10:47 horas

Hoy me he levantado con un dolor de la cabeza bastante interesante. Menuda semana que llevo. Los síntomas de lo que pudiera ser una gripe han desaparecido, pero la cabeza me está matando. Aunque me he tomado un sobre de Nurofren (no se si se escribe así, pero no me importa), aún el dolor continua. Aunque hoy hace sol, hace un frío del carajo. Nueve grados marcaba mi coche cuando salí esta mañana de casa a eso de las ocho menos diez. Javi, uno de mis compañeros de trabajo, dice que en Cabezón hacía cuatro. No quiero ni pensar los que habrá en mi pueblo, Mataporquera, que está al sur de Cantabria. Junto a la frontera con Palencia. ¡Ah!, y la tipa que ví ayer con la mascarilla, hoy, también la llevaba.

Resulta curioso la velocidad con la que se pueden hacer las cosas. De camino al trabajo, he visto tres carteles animando a la vacunación. ¿Tan rápido se pueden diseñar, imprimir y colocar estos carteles? “Ante la gripe A, prevención. Vacúnate. Acude a tu centro”, ponía en uno de los carteles. Salía la cara de un grupo de gente haciendo cola y de un niño sonriendo mientras una enfermera le ponía una inyección.

Al llegar al trabajo he oído a un par de compañeros hablar de que iría con la familia este fin de semana a vacunarse. Otro decía que iría cuando le dijeran, que el fin de semana no se lo iban a joder. A mis dos compañeros, ya que la tercera, está de vacaciones, les mandé el video ese de la monja para que lo miraran y sacaran sus propias conclusiones. No se si lo habrán visto o no. También se lo he mandado a mis amigos.

Acabo de leer en un periódico digital, bueno, vale, han sido tres, que en algunos países han empezado a vacunar a la gente obligatoriamente con unidades móviles No han esperado a llamar a la población, ni a dar información de ningún tipo. Según los medios de comunicación, la operación está siendo todo un éxito. Solo hablan de pequeños problemas sin importancia. Gente que se ha quedado sin poder vacunarse, ante la masiva llegada de personas, algunas en pijama y bata, gente que se levantaba de madrugada al oir a los enfermeros de las ambulancias hablar por los megáfonos avisando de que estaban allí para poner la vacuna. Parece ser que la gente se ha tomado muy bien la vacunación obligatoria. En ningún sitio hablan de altercados u opositores importantes ante esta medida. En España, este fin de semana estarán abiertos los centros de salud para que los que deseen ir adelantándose a la vacunación, pueda hacerlo. También se habilitarán salas en los hospitales.

Leer la prensa convencional está bien para tener un punto de vista. Pero a mi me gusta también leer otro tipo de medios de información. Así que, me pasé por la página de LaHaine.org a ver si allí había alguna noticia sobre el asunto. Había, bueno, sigue habiendo, varios artículos que hablan sobre el tema. Uno de ellos era de una persona de Francia, donde en uno de los barrios de París, donde la gente residente es mayoría argelina, se había negado a vacunarse obligatoriamente. Hubo altercados con la policía en la noche de ayer hasta casi el amanecer. Al parecer, ante la negación de que la gente acudiese a los hospitales, habían llevado unidades médicas móviles del ejército a los barrios para vacunar a la gente forzosamente. Comentan también que hubo un muerto y varios heridos. En Estados Unidos, al parecer, una comunidad de testigos de Jehová también se negaron a acudir a la vacunación obligatoria. Unidades de la Guardia Nacional se presentaron en sus propiedades, vulnerando sus derechos, e invadiendo sus propiedades. El resultado no fue como en París. Aquellas personas, no opusieron resistencia ante tal despliegue de fuerzas. Además, también comentaban la dificultad que tendría en aquel país para llegar a toda la población, ya que al ser un país con una gran extensión, es difícil llegar a todos los puntos.

Mientras esto pasa en el resto del mundo, aquí la cosa como si nada. He vuelto a leer la prensa convencional y no comentan nada sobre las noticias que he leído en LaHaine. También he leído un artículo en que, según la Constitución Española, y algunos decretos del Tribunal Supremo, puedes negarte a recibir una vacuna. Así que, lo que dije ayer, sobre que podían obligarte a ponértela, debía estar equivocado. Aunque visto lo visto en el resto de países, a saber qué pasará aquí a partir de la semana que viene.

Para terminar, al final se ha decidido poner una única dosis, y no dos como se especulaba al principio.

jueves, 15 de octubre de 2009

15 de octubre de 2009. 11:05 horas

Acabo de leer en el periódico digital 20minutos, que esta noche, hora española, la OMS ha decretado la vacunación obligatoria por grave riesgo de contagio de la gripe A. Me he quedado de piedra al leerlo, He estado buscando información sobre si tienen autoridad para hacerlo, y si, al parecer la tienen. Una vez decretado el nivel de alerta 6, y aludiendo al riesgo inminente de una gran infección, pueden obligar a vacunarse a toda la población.

Mientras leía la noticia esta, ha aparecido otra de la Ministra de Sanidad en la que dice que se empezarán a enviar cartas a todo el mundo con una fecha y una hora para la vacunación obligatoria. De todas formas, en los ambulatorios ya hay disponibles vacunas para quien quiera acercarse a ponérsela. Recomiendan que se administre las vacunas de la gripe estacionaria y gripe A a la vez. No tengo intención de vacunarme, lo que contó la monja esa, me hizo pensar. En la noticia no dicen nada de qué pasa si no te acercas a tu centro de salud a vacunarte. Tampoco me va a venirme a buscar a casa la policía, digo yo.

15 de octubre de 2009. 09:28 horas

Ayer estuve en él médico. Tengo el ambulatorio en la calle Isabel II. Es curiosos cómo los humanos nos contagiamos antes por la psicosis que por los virus. Como suele ser habitual, llegué algo antes a mi cita. Aún sigo pensando que quizás el doctor vaya a la hora y si no llego a tiempo, alguien entrará por mí, y perderé el turno. Iluso. Llevaba unos cuarenta minutos de retraso. No importa, esta vez iba preparado con un libro que estoy leyendo. Ahora mismo estoy leyendo Guerra Mundial Z, de un tal Max Brooks. Me gustan las pelis de zombies. Y me gustan también los libros, como no. Son como películas, pero duran más.

Pero bueno, no iba por ahí la cosa que quería contar. Lo realmente curioso es la cantidad de gente que había esperando con mascarillas. Como la que me enseñó mi madre el otro día. Supongo que alguien se está forrando a costa de esta falsa sensación de seguridad. Conozco a una persona que trabaja en un ambulatorio de Torrelavega. Un día, le pregunté sobre si llevar esas mascarillas prevenían el contagio de la gripe. Me dijo que no, que esas mascarillas servían mas que nada para la que la gente que va a operar, no te escupa dentro sin querer. Además, no se ajustan a la cara, dejan huecos al aire libre. Aparte de todo eso, un virus, seguramente, pudiera atravesar la mascarilla.

Al fin, después de estar tres cuartos de hora esperando, viendo ir y venir gente y de ver a la señora de la limpieza pasar dos veces delante de mi con la máquina pulidora de suelos, logré entrar a la consulta. Pedí una receta de Terbasmin, y Víctor, mi médico, me contó si sabía de algún sitio para bajar películas, ya que el emule, últimamente, no le iba bien. Le recomendé las descargas directas y foros donde poder encontrar links a páginas donde almacenar ficheros. Y como soy así de curioso, le pregunté para cuándo iba a empezar a vacunar a la gente para la gripe A. A lo que me contestó que en unos días estarían ya preparados para administrarlas a los grupos de riesgo. Le comenté sobre que los laboratorios pretendían sacar vacunas prácticamente para toda la población mundial. También lo había oído, pero que oficialmente, no sabía más de lo que había dicho. Que era lo mismo que se comentaba en los medios de comunicación.

En el telediario de la noche, han dicho que en los Estados Unidos, Reino Unido, Francia y no se qué países del norte de Europa, ya habían empezado con la vacunación. Los ponían como ejemplo a seguir, al ser los primeros en vacunar a su población de esta pandemia. Aquí seguimos a lo nuestro. Nuestra crisis, el Cristiano Ronaldo ese, el caso Gürtel, y demás historias. El mundo se irá a la mierda mientras el de la Primera nos cuenta lo bien que se está controlando la situación. De lo malo, malo. Esos países harán de cobayas para esa nueva vacuna.

Al venir hoy a trabajar, he visto a una mujer esperando en una parada de autobús con una mascarilla blanca.


miércoles, 14 de octubre de 2009

14 de octubre de 2009

Nada nuevo con respecto a ayer. Atasco para bajar por Cuatro Caminos camino de Candina, gentileza de los agentes de movilidad. Que ironía. Gente a la que pagan por hacer de semáforos, en cruces, donde antes de haber rotondas, había semáforos. Eso si, mi catarro empieza a desaparecer.

El telediario de anoche fue como el de antes de anoche, que fue igual al de antes de antes de ayer. Pero una cosa que dijeron sobre la tal gripe A esta me hizo ir al ordenador a buscar información. Busqué la definición de pandemia. Recordé que la monja del video del que escribí ayer, decía que la definición había cambiado. Cierto. Así es. Ahora ya no hace falta que nadie muera para declarar una pandemia. No deja de ser curioso, la verdad. También estuve mirando los niveles de alerta de la OMS. Estamos en nivel 6, el máximo. Pues que queréis que os diga. Por mi podemos estar en alertarojaquevienenlosindios, que no se nota nada fuera de lo normal en la calle. Todo sigue igual que hace unos meses.

Ahora recuerdo que mi madre, hace dos días, me enseñó una mascarilla que la dieron en el centro de salud, para cuando vaya hacerse los análisis de sangre. Por lo del sintrom. Me hizo gracia. Pensar que ese trocito de tela la va a proteger de algo cuando esté en un hospital. Si ni siquiera se la ajusta a la cara.

Otra cosa que contaron en la tele, aparte de lo malito que está uno del fútbol que ha costado muchos millones de euros, es que, ya no van a vacunar a la gente con dos dosis, si no con una. Eso de ponerte una vacuna en dos veces, sonaba fatal. No soy médico, pero que yo sepa, todas las vacunas que conozco, te las dan de una sola vez. Otra cosa que me hace sospechar, es el extraño desinterés de los laboratorios farmacéuticos. Dicen que van a regalar miles de vacunas para los países pobres. Debe ser la primera vez que hacen algo similar. A ver si ahora van a ser ONGs y no nos lo han dicho.

No se, pero me empiezo a obsesionar con esto de la gripe A. Acaba de haber otro muerto hoy en España. Como las anteriores ocasiones, han estado en Antena 3 un buen rato hablando sobre el tema. Por enésima vez, ha salido en la tele la Ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, le para contarnos que, aunque el riesgo de infección es alto, lo tienen todo controlado. Después volvió a repetir que no habrá vacunas para todos. Sin embargo, la OMS, habla de pandemia; y los laboratorios que fabrican la vacuna, dicen que van a hacer dosis para prácticamente toda la población mundial; y al país que no la pueda pagar, se la regalarán… No me cuadra nada. Pero nada de nada.


martes, 13 de octubre de 2009

13 de octubre de 2009

Las siete y diez de la mañana. En realidad, las siete. Tengo el despertador diez minutos adelantado. Ya ni recuerdo porqué lo tengo adelantado, porque llego sobrado al trabajo, pero lleva así años. Siempre me sobra tiempo después de estar preparado para marchar a trabajar. Pero sigo sin poner el reloj en hora.

No se si tendrá algo que ver que el sábado lloviese, pero el domingo, al acostarme, ya tenía la garganta fastidiada. El lunes fue fiesta, 12 de noviembre. Puf!, ha sido como vivir otro domingo, pero esta vez con dolor de garganta y malestar general. Quedé por la tarde con Pachuco. Quería que le mirara el ordenador de su tía. Al parecer, sus otros tíos le habían metido la mano y había dejado de funcionarle ONO en su portátil. Efectivamente. Habían puesto la configuración de su conexión al portátil. Normal que no funcionase. En fin. Después de poner bien internet, mientras acompañaba a Pachuco a la estación de autobuses, pasé por una farmacia y compré Frenadol.

Así que, aquí estoy, en mi puesto de trabajo. En el polígono de Candina. Medio volado por tomar el medicamento ese. Y escribiendo en este blog que acabo de crear.

He leído las noticias de hoy. Lo de siempre. Todo malas noticias. Ni una buena. Más paro, los maridos matan a sus esposas, guerras, crisis, corrupción, y gripe A. Lo de siempre, los unos echando la culpa a los otros. Ninguno arregla nada. Y digo yo, ¿para qué van a arreglar nada, si lo hiciesen se les acabaría el chollo? Como poco, las cosas empeorarán. Es lo que tiene dejar las decisiones importantes a alguien que no sabe cuales son tus necesidades.

La semana pasada vi una noticia en el 20minutos. Comentaban un video que había hecho una médico que también era monja. Hablaba sobre la gripe A. Un video interesante, la verdad. Aún sigue en el youtube. No recuerdo bien ahora cómo se llamaba, Teresa nosequé, creo. Contaba que un laboratorio había hecho una vacuna para la gripe estacional, pero al hacer un técnico de laboratorio una prueba de la vacuna sobre unas cobayas, habían muerto todas. Examinó la vacuna y descubrió que la vacuna contenía virus de la gripe A y de la gripe estacionaria. Ninguno de los dos virus estaba atenuado. Según contaba, eso era un autentico escándalo. La verdad, es que nada de lo que decía esta señora en su video lo he oido en la televisión ni en la radio; ni leído en la prensa convencional. Tampoco me extraña. De todas maneras, no seré yo el que se vacune contra la gripe este año. Siempre que lo he hecho, excepto el año pasado, he cogido gripe. Así que, prefiero no arriesgar este. Además, en el hemisferio sur ya pasó el inverno y no les ha pasado nada. No se porqué en el norte hay tanta alarma.

Tengo la cabeza como un bombo. Lo mismo he cogido gripe. En fin. A ver que tal estoy mañana.