Lo de anoche fue la hostia. Llegamos a Valdecilla y estaba aquello como si regalasen dinero. Me fue imposible entrar con el coche a urgencias y tuve que aparcarlo en la bajada de la plaza de toros, allí, de cualquier manera. Como otros cuarenta o cincuenta coches.
Antes de anda, decir que el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, está formado por un conjunto de edificios dentro de un recinto. Deben ser como una docena de edificios, y alguna zona esta amurallada, como la parte que da a la calle Jerónimo Sainz de la Maza, que es desde donde se accede a urgencias.
Como pudimos, llegamos andando hasta la entrada al recinto. Había en la entrada una barrera improvisada y varios policías, solo dejaban pasar a las ambulancias. Había ya personal sanitario esperando a los pacientes. Muchos enfermeros y enfermeras, médicos; y sobre todo gente de uniforme. Policías locales y nacionales. Nada mas llegar, dos enfermeros con sillas de ruedas sentaron a mis padres. Al ir tras ellos, un policía me agarró del brazo, me echó hacia atrás y me dijo que no podía pasar. Insistí, diciendo que eran mis padres, y en un tono amenazante, me dijo que me marchase para casa y esperase noticias allí.
Me quedé fuera mirando cómo los llevaban dentro. Lo que pude, claro, porque hay unos doscientos metros desde donde yo estaba hasta la entrada de urgencias, y el camino no es totalmente recto, así que, a los cien metros, los perdía de vista entre tanta gente. A unos los llevaban en camilla y a otros en silla de ruedas.
No estaba solo mirando desde fuera, aquello estaba casi como un concierto y paraba de llegar gente. Me fijé que en la carretera, dentro del recinto del hospital, había tiendas de campaña. Más que tiendas, eran carpas. Entraba y salía gente con trajes de esos blancos con el gorro ese con un visor. No recuerdo ahora el nombre. Pero son de esos herméticos.
La gente estaba muy nerviosa. No dejaba de llegar gente. A medida que llegaban más personas, llegaban más policías para contenerlas. Al rato de dejar de ver a mis padres, me marché de allí. Me costó llegar a casa como una hora. En un trayecto que normalmente se tardan menos de diez minutos.
El resto de la noche no pude dormir. Los vecinos de al lado no paraban de hacer ruido, y las sirenas no me dejaban dormir tampoco. Así que, a las cinco y pico me levanté y me puse a jugar al ordenador hasta que sonó el despertador. Me vestí, y me vine para acá. Dejé a mi hermano durmiendo tranquilamente. Y llamé a mis padres a ver qué me contaban, pero no me cogieron el teléfono. Lo volveré a intentar cuando acabe de escribir esto.
Para llegar hoy al trabajo, suelo bajar por la misma calle donde estuve anoche. Imposible, la calle estaba cortada a la altura de Cuatro Caminos. Había una barricada hecha con coches de policía. No dejaban ni subir ni bajar. Seguí para ver si podía bajar por la siguiente calle, la que queda al otro lado del hospital, pero nada, también cortada. He tenido que ir hasta Peñacastillo, para desde allí, volverme, llegar a la rotonda que queda debajo del hospital y bajar hasta la oficina. He visto otra barricada en la parte de abajo que impide subir por las dos calles. El hospital pareciera que estuviese en cuarentena.
Y bueno, hoy no ha atasco. Pocos coches se ven. Ahora mismo, estoy con Sergio. Sonia ha ido directamente a la otra oficina, tenía cosas que hacer allí. Voy a contarle a este lo que pasó anoche.
2 comentarios:
mas kiero mas
levantate y escribe cabron
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