Se ha ido. Sergio se ha marchado a Ramales hace diez minutos.
Me adelanto. Voy a contarlo cronológicamente. Va a ser lo mejor. Aunque estoy un poco alterado y no tengo aún las ideas claras.
Llevamos horas hablando de la situación ye he contado lo que me pasó anoche. En el piso que tienen alquilado Sergio y su hermano también hubo movimiento. Pero tampoco se ha alarmado. Le sorprendió tanto movimiento y eso, pero nada del otro mundo. Dijo que algo habría pasado, cuando empezó a oír tantas sirenas.
De todas formas, hoy es un día raro. No ha llamado nadie de fuera. Damos soporte de un programa a otras empresas, y suelen llamar para que les resolvamos dudas y demás. Pues hoy, nada, ni una sola llamada. Han desaparecido todos. Bueno, por otro lado no los echo de menos. Por un día que estemos tranquilos, no nos va a pasar nada. De Sonia no sabemos aún nada. Ninguna llamada, eso si que es raro. Suele llamar para preguntar alguna cosa. Tampoco nosotros hemos llamado allí. Por mi parte, hoy todos los procesos que se hacen por la noche han ido bien.
Al terminar de contarle a Sergio todo lo que me pasó anoche, ha cogido el móvil y ha llamado a su novia. Pero no le ha cogido el teléfono. Ha dado tono, pero no lo ha cogido. Lo ha intentado ya cuatro veces. No hay respuesta de ella. Se ha empezado a preocupar. Le calmé diciendo que se habría dejado el teléfono en casa, que lo intentara a la hora de comer, que seguro que le llama ella cuando vea tanta llamada.
En fin. He llamado de nuevo a mis padres. Tampoco han cogido el teléfono. He llamado al hospital para preguntar. Me ha llevado media hora de intentos. Y cuando digo media hora, es media hora dando al botón de rellamada. Menos mal que el teléfono que tengo en mi mesa tiene la función de manos libres. Pero vamos, no me ha servido de nada. Se ha puesto una persona que no ha sabido decirme nada, y lo único que me ha quedado claro, es que hay allí mucho ruido. Después de eso, se ha perdido la llamada. Lo he intentado un par de veces mas, pero ya no he tenido tanta suerte.
Pensé en acercarme. Pero he desistido. Desde mi trabajo tengo una vista a la rotonda de la Marga por la parte de delante, pero detrás, tengo justo a mi derecha una ventana desde donde veo parte del hospital. Pues bien. Si cuando llegué esta mañana a trabajar, estaba bloqueada la subida de la cuesta, pero podías dar vueltas a la rotonda que queda justo debajo del hospital, ahora veo que han movido la barricada, y ya no se puede entrar en la rotonda.
Como no se nada de mis padres, he intentado llamar a casa. Joder, el mismo puto resultado. Llamo, pero nadie coge el teléfono. He llamado al teléfono de mi hermano. Se que está encendido porque lo usa como despertador, pero tampoco coge el teléfono. Ya me empecé a mosquear y bien. Resulta alarmante hasta qué punto nos hemos echa esclavos de la tecnología. O mejor dicho, de las comunicaciones. Hace veinte años, si no contactabas con alguien ahora, no te preocupabas, llamabas después, y no pasaba nada. Ahora, lo queremos todo ya.
He ido a contarle a Sergio que no he podido contactar con mis familiares. Aún sigue mosca por no poder hablar con Estíbaliz. No me he podido resistir. Me he puesto muy serio y le he dicho “Sergio, se ha ido con otro, y no quiere saber nada de ti. A mi me pasó igual que a ti”. No pude aguantar serio ni cinco segundos después de decirlo. Me ha salido una carcajada. Y claro, se ha mosqueado conmigo. Que sensible es este chaval a veces para las bromas. A lo que vamos. Le he contado la historia. Entonces, ha cogido el teléfono y ha llamado a su casa. Después de tres intentos por saturación de línea, Movistar ha tenido a bien realizar la llamada.
Su madre fue quien contestó al teléfono, le dijo que ha intentado contactar con él varias veces durante toda la mañana, pero que la fue imposible. Resulta que esta mañana, sus padres han salido a trabajar como todos los días. Y al parecer, uno del pueblo le ha atacado a su padre. Le ha mordido en la mano y arañado en el brazo. Estaba como rabioso. Se lo quitó de encima y salió corriendo. Según cuenta, tenía la cara y la camisa manchada de sangre. Tenía pinta de haberse dado un buen golpe. El caso es que fue al centro de salud de Ramales, y allí le vendaron la mano, le dieron un parte de baja y lo mandaron para casa. Y desde hace unas horas, se ha empezado a encontrar mal.
Después de tan malas noticias, Sergio ha cogido y se ha marchado al pueblo. Tampoco ha conseguido hablar con su hermano, que estaba en la universidad. Dice que lo llamará de camino.
Así que, aquí estoy. Solo en la oficina, sin nada que hacer, y sin saber nada del mundo. Voy a intentar contactar con alguien a ver.
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