Menuda resaca el domingo pasado. Estuvimos hasta las tantas bebiendo. Creo que terminamos con las existencias del mueble bar. Además, una vez acabado el refresco, el resto nos lo bebimos mezclado con agua o con hielo; y alguna vez, a pelo. A la mañana siguiente me tomé un par de aspirinas y debí bebermec omo un litro de agua en media hora. A Pachuco le pasó algo similar, pero él bebió más. Total, el domingo no hicimos nada.
El lunes desayunamos. Decidimos prepararnos para la marcha. Decidir qué y cómo llevar lo que necesitásemos. Al final nos llevaremos agua, comida, ropa, armas y linternas (Pachuco se ha empeñado en que las necesitamos).
Llenamos las botellas de refresco que nos terminamos el sábado. Eran tres botellas de dos litros. No es mucho, pero si se racionan pueden durarnos, no se, unos cuatro días, o cinco. Más que de sobra para un trayecto en coche de una hora.
Recuerdo los inviernos de Mataporquera como fríos. Fríos y grises. En Hormiguera, seguro que la cosa no mejora. Como estos días aquí ha hecho calor, pues a mi me ha pillado con dos camisetas y una sudadera. No tengo más ropa. Hemos mirado los armarios y he cogido un abrigo de Pach. Me queda grande, pero no tengo otra cosa. Por suerte, tiene varios gorros de lana, pero echo de menos mi parka, donde guardo guantes, gorro de lana y braga para el cuello.
Nos llevamos las katanas, la barra de acero y un chuchillo de cocina. Nos llevaremos también el palo de la escoba. Nos puede servir para apartar al que nos espera abajo. Hemos pensado que mientras uno lo mantiene a raya, otro puede atizarle con la barra de acero en las piernas para que se caiga al suelo, y una vez allí, convertir su cabeza en gelatina. Ya veremos a ver qué sale de ese plan. Muy rápido y muy fácil nos ha parecido cuando lo hemos planeado. También hemos afilado las katanas. Hemos utilizado la piedra que se usa para afilar los cuchillos. No nos ha quedado nada bien. No creo que nos sirvan. Al menos, una manzana no la ha cortado como esperábamos cuando hemos hecho una prueba. Pero vamos, que las hemos afilado todo lo que hemos podido. Pachucho ha estado tres horas dando a la piedra esa. Yo no he aguantado tanto.
Ya escribí un poco más arriba que no veía lo de las linternas. Pues bien, no lo veía porque no hay linternas en casa.
De todas formas, no tenemos dónde meter todo lo que queremos llevarnos. Si vamos a estar una buena temporada fuera, necesitamos ropa. En casa solo tenemos la mochila que usa Pachuco para ir al gimnasio. Al abrirla ha dicho, “necesitaremos toallas”. Bien, más cosas para llevar, a ver si al final, vamos a tener que dar dos viajes para meter las cosas en el coche. Después de discutirlo, llevaremos una toalla. Y seguidamente, le he pregunté dónde llevaríamos todas esas cosas. Igual este es un buen momento para explicar el porqué del escándalo que se oye en todo el edificio. En el trastero, que está en el piso de arriba, hay linternas y más mochilas. Hasta una tienda de campaña si queremos.
En principio, coger el ascensor, subir, ir al trastero, coger las cosas y volver a bajar, no nos pareció nada del otro mundo. Hasta el día de hoy, no hemos visto a nadie rondando las escaleras. Hemos supuesto que todas las puertas estaban cerradas. Y así es. Lo que no hemos previsto, es que estos bichos son tan sensibles a los ruidos. Y el ascensor monta un escándalo de narices; y se nota aún más cuando todo el mundo está muerto.
Salimos de casa y cerramos la puerta. Llamamos al ascensor y ahí comenzó la fiesta. La hija del vecino de al lado, del que anda en la calle vagando, ha empezado a emitir ruidos guturales (no se cómo expresar el ruido que hacen al ¿hablar?), y a golpear la puerta de la calle. Nos ha dado un susto, que a mi, casi se me sale el corazón del pecho. Pach ha levantado la barra de acero y casi le da a la puerta. Él lleva la barra de acero, y yo las llaves. Si hay que dar a alguien, mejor que de él, que para eso es más grande y fuerte.
Nos subimos al ascensor y dimos al número cinco. A medida que subíamos, en cada piso, se repetía la misma historia que en el primero. Al llegar al quinto, nos entró el acojono. Se abrieron las puertas interiores, pero no abrimos la exterior. La puerta se abre hacia fuera, y estos zombi, según hemos descubierto, que es poco, como mucho, solo empujan, así que, al cabo de unos 20 segundos hemos caído en que si no se ha abierto, y nadie la golpea, es que no hay nadie detrás. Salimos al descansillo, giramos a la derecha, metí la llave en la cerradura y nos metimos dentro del trastero. Una vez allí, hemos buscado todo lo que necesitábamos. Otra mochila y una linterna. Eso si, sin pilas. Por curiosidad hemos mirado a ver si habría otra de estas barras, pero no hemos visto nada parecido. A los diez minutos, después de revolver todo el trastero, nos hemos vuelto a bajar al piso. Conseguimos una mochila y una linterna sin pilas.
Así que, llevamos desde ayer con un concierto de percusión que apenas nos ha dejado dormir en toda la noche. Después de comer, yo creo que del cansancio, me he quedado dormido en el sofá unas dos horas.
Ya tenemos todo casi listo para poder marchar. Mañana a primera hora, saldremos camino de Hormiguera. Nos levantaremos sobre las ocho, y esperamos salir a las nueve. Una hora para ducharnos, desayunar, y revisar todo antes de salir, creo que es suficiente. Eso si, pienso afeitarme, llevo sin afeitar una semana y pico, y no se cuándo podré volver a hacerlo. Comienza la era de los barbudos, jajaja.
El lunes desayunamos. Decidimos prepararnos para la marcha. Decidir qué y cómo llevar lo que necesitásemos. Al final nos llevaremos agua, comida, ropa, armas y linternas (Pachuco se ha empeñado en que las necesitamos).
Llenamos las botellas de refresco que nos terminamos el sábado. Eran tres botellas de dos litros. No es mucho, pero si se racionan pueden durarnos, no se, unos cuatro días, o cinco. Más que de sobra para un trayecto en coche de una hora.
Recuerdo los inviernos de Mataporquera como fríos. Fríos y grises. En Hormiguera, seguro que la cosa no mejora. Como estos días aquí ha hecho calor, pues a mi me ha pillado con dos camisetas y una sudadera. No tengo más ropa. Hemos mirado los armarios y he cogido un abrigo de Pach. Me queda grande, pero no tengo otra cosa. Por suerte, tiene varios gorros de lana, pero echo de menos mi parka, donde guardo guantes, gorro de lana y braga para el cuello.
Nos llevamos las katanas, la barra de acero y un chuchillo de cocina. Nos llevaremos también el palo de la escoba. Nos puede servir para apartar al que nos espera abajo. Hemos pensado que mientras uno lo mantiene a raya, otro puede atizarle con la barra de acero en las piernas para que se caiga al suelo, y una vez allí, convertir su cabeza en gelatina. Ya veremos a ver qué sale de ese plan. Muy rápido y muy fácil nos ha parecido cuando lo hemos planeado. También hemos afilado las katanas. Hemos utilizado la piedra que se usa para afilar los cuchillos. No nos ha quedado nada bien. No creo que nos sirvan. Al menos, una manzana no la ha cortado como esperábamos cuando hemos hecho una prueba. Pero vamos, que las hemos afilado todo lo que hemos podido. Pachucho ha estado tres horas dando a la piedra esa. Yo no he aguantado tanto.
Ya escribí un poco más arriba que no veía lo de las linternas. Pues bien, no lo veía porque no hay linternas en casa.
De todas formas, no tenemos dónde meter todo lo que queremos llevarnos. Si vamos a estar una buena temporada fuera, necesitamos ropa. En casa solo tenemos la mochila que usa Pachuco para ir al gimnasio. Al abrirla ha dicho, “necesitaremos toallas”. Bien, más cosas para llevar, a ver si al final, vamos a tener que dar dos viajes para meter las cosas en el coche. Después de discutirlo, llevaremos una toalla. Y seguidamente, le he pregunté dónde llevaríamos todas esas cosas. Igual este es un buen momento para explicar el porqué del escándalo que se oye en todo el edificio. En el trastero, que está en el piso de arriba, hay linternas y más mochilas. Hasta una tienda de campaña si queremos.
En principio, coger el ascensor, subir, ir al trastero, coger las cosas y volver a bajar, no nos pareció nada del otro mundo. Hasta el día de hoy, no hemos visto a nadie rondando las escaleras. Hemos supuesto que todas las puertas estaban cerradas. Y así es. Lo que no hemos previsto, es que estos bichos son tan sensibles a los ruidos. Y el ascensor monta un escándalo de narices; y se nota aún más cuando todo el mundo está muerto.
Salimos de casa y cerramos la puerta. Llamamos al ascensor y ahí comenzó la fiesta. La hija del vecino de al lado, del que anda en la calle vagando, ha empezado a emitir ruidos guturales (no se cómo expresar el ruido que hacen al ¿hablar?), y a golpear la puerta de la calle. Nos ha dado un susto, que a mi, casi se me sale el corazón del pecho. Pach ha levantado la barra de acero y casi le da a la puerta. Él lleva la barra de acero, y yo las llaves. Si hay que dar a alguien, mejor que de él, que para eso es más grande y fuerte.
Nos subimos al ascensor y dimos al número cinco. A medida que subíamos, en cada piso, se repetía la misma historia que en el primero. Al llegar al quinto, nos entró el acojono. Se abrieron las puertas interiores, pero no abrimos la exterior. La puerta se abre hacia fuera, y estos zombi, según hemos descubierto, que es poco, como mucho, solo empujan, así que, al cabo de unos 20 segundos hemos caído en que si no se ha abierto, y nadie la golpea, es que no hay nadie detrás. Salimos al descansillo, giramos a la derecha, metí la llave en la cerradura y nos metimos dentro del trastero. Una vez allí, hemos buscado todo lo que necesitábamos. Otra mochila y una linterna. Eso si, sin pilas. Por curiosidad hemos mirado a ver si habría otra de estas barras, pero no hemos visto nada parecido. A los diez minutos, después de revolver todo el trastero, nos hemos vuelto a bajar al piso. Conseguimos una mochila y una linterna sin pilas.
Así que, llevamos desde ayer con un concierto de percusión que apenas nos ha dejado dormir en toda la noche. Después de comer, yo creo que del cansancio, me he quedado dormido en el sofá unas dos horas.
Ya tenemos todo casi listo para poder marchar. Mañana a primera hora, saldremos camino de Hormiguera. Nos levantaremos sobre las ocho, y esperamos salir a las nueve. Una hora para ducharnos, desayunar, y revisar todo antes de salir, creo que es suficiente. Eso si, pienso afeitarme, llevo sin afeitar una semana y pico, y no se cuándo podré volver a hacerlo. Comienza la era de los barbudos, jajaja.
1 comentarios:
puuuuff que miedo jobar tiene usted mucho talento pero si me permite una puntualizacion con un palo de escoba usted matara una cucaracha o hara daño a un perro pero a un zombi.....¿Cree que sus personajes saldran vivos del primer zombie...... No se complique a la hora de escribir pero tampoco tenga tanta desidia.....un saludo
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